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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
(……….) Si esta última premisa es cierta, el mercado
político quizá fuera el «orden espontáneo» de Hayek –
pero no se comportaría como máquina de utilidad
colectiva del modelo ideal. En definitiva, la historia –
larga, compleja, plagada de altibajos y retrocesos- de
estos sistemas de libertad e integración de la
discrepancia es la de transformar el poder, desde una
tendencia a considerarlo casi como una suerte de
«monopolio natural», en un bien a competir: a
repartir (en los «modernos») y a compartir (en los
«antiguos»
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
Fue Joseph Schumpeter quien supo interpretar la
democracia de masas –que apenas alumbraba en su
mundo de entreguerras- como un mercado… ¿de
votos? Quizá en este punto, que hace al objetivo de
los productores de poder, podíamos hacer alguna
apostilla, matizando la brillante interpretación del
gran economista austriaco. En su misma línea, cabría
introducir una variante considerando que el voto es
únicamente una divisa inelástica que no se
intercambia más que por poder. De tal suerte que, del
mismo modo que productores y comerciantes
maximizan beneficios, los políticos profesionales
persiguen la acumulación del poder. ¿Se cumplirá
acaso la fórmula de Ostrogorski, según la cual «la ley
de la gravedad del orden social consiste en que la
propiedad natural de todo poder es concentrarse», en
cualquiera de las formas que adopte?: porque –nos
advierte Bertrand de Jouvenel- «el poder cambia de
apariencia pero mantiene la realidad de su
naturaleza». La verdad es que, desde las primeras
fuentes de la antigüedad clásica, la evidencia empírica
en este sentido y dirección es considerable.
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LOS SEÑLOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Por otra parte, la ecuación votos-poder es un planteamiento muy reciente. Esa resultante que conocemos
como democracia de masas, gestionada por partidos movilizadores, organizados como maquinarias
electorales, no ha cumplido aún el siglo. Salvo significativas excepciones, es algo desarrollado al pairo de
Gran Guerra. Todavía en 1917 y en el Reino Unido, de cada diez electores varones mayores de edad (de las
mujeres, ni hablemos), cuatro carecían del derecho al voto.
• Para que las votaciones adquieran el rango –y la virtualidad- de elecciones, se requieren ciertas
condiciones mínimas de seguridad jurídica, independencia y separación de poderes. Sólo en ese contexto,
en que la libertad está suficientemente garantizada, opera un mercado político que asegura y promueve la
alternancia. Y es entonces cuando se produce el incentivo, y el interés, de los profesionales del poder –
como advirtió sagazmente el clásico escocés en su famoso ejemplo del carnicero- de competir, respetando
las leyes del mercado político (o marco constitucional) y promoviendo políticas públicas positivas que les
conduzcan a la conquista o conservación del poder. Pero ese nivel de controles, equilibrios y contención,
que convierte una votación en una elección, propio de la democracia participativa y pluralista, es un
artificio precario que se ha logrado en el mundo occidental no sin años de violencia, descalabros y
retrocesos.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I)
• En definitiva, las tensiones, retrocesos y
tropiezos son manifestación de una tendencia, si
no «natural» -quizá nada en la naturaleza
humana lo sea- al menos muy frecuente en el
hombre en cuanto «animal político», en los
señores del poder del tiempo antiguo o en los
políticos profesionales de nuestros días: una
predisposición a acaparar, a incrementar poder.
De igual modo que en el mundo de la economía
–nos cuenta Adam Smith- los productores
«conspiran sobre los precios» y tienden al
monopolio, en el universo de la política los
productores del poder rechazan la concurrencia
y buscan la hegemonía y, si logran la
omnipotencia, eliminan a la oposición. Puede
que esa omnipotencia sea una expresión
«natural», pero, sin duda, es también una
manifestación abusiva de la libertad: liberty –
sentenciaba Hobbes- is the absence of
opposition. Traduciendo I will por I can,
observaba Isaiah Berlin, se identifica libertad y
poder: «quiero, luego puedo». Se trata de una
noción ilimitada de la libertad que provoca el
conflicto entre dos concepciones de la misma.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Dicho esto, estoy lejos de militar en las nutridas huestes que hoy andan a la caza intelectual del político.
Cuando los frustrados no son capaces de reemplazar a los fracasados –explicaba Maura, con ocasión de la
resaca del 98- y desesperados gritan ¡los políticos a la vida privada, el pueblo a la vida pública!, en general,
hay que traducir por el ambicioso genérico de «pueblo» a algunos de los que gritan. Pero tampoco estoy
por organizar monterías con reses de banqueros, cuya veda parece haber abierto una interpretación
equivocada de esta crisis profunda que padecemos. En este punto y hora, me parece divertida la escena
de muchos políticos saliendo en tromba de la timba del poder, cual capitán Renault en Casablanca,
pidiendo justicia contra «el mercado» y venganza contra los financieros, al grito de «aquí se especula».
¡Como si ellos no hubieran hecho otra cosa desde Pisístrato que especular!... Sobre el poder. Y especular,
especular, claro que se ha especulado en demasía. Suele ocurrir, cuando, de un sistema pensado con el
freno de la quiebra, se percibe que, en lugar de arruinado, sale uno indemnizado y en vez de juzgado, con
las pérdidas socializadas: en ese contexto de irresponsabilidad, los incentivos para tomar decisiones
prudentes son mucho menores que las tentaciones para correr riesgos descontrolados.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Los excesos del poder, lo mismo que la codicia,
probablemente, sean consustanciales a la
naturaleza del poder y al componente de
ambición de la condición humana. Los Founding
Fathers, a pesar de su radicalismo casi libertario,
añadieron unas gotas de hobbesianismo –me
explicó un día el Profesor Gallo- al precipitado,
integrando desde el principio en su ecuación
política idealista la presencia del poder como
una consecuencia inevitable, por más que
desagradable y temible, del lado oscuro de la
naturaleza humana, en la conocida expresión de
Thomas Paine. La sociedad –escribía Paine- es
producto de nuestras necesidades, el gobierno de
nuestras debilidades: si se gobernaran ángeles –
concluía Madison- no sería necesaria su
existencia. La idea de una venalidad universal en
la naturaleza humana –advirtió Halmilton- es, en
el razonamiento político, un error apenas menor
que el de creer en una universal rectitud.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Al parecer, pues, los primeros americanos, y
primeros demócratas también, estuvieron
pronto en el secreto –quizá escarmentados en
cabeza familiar, por medio de sus lecturas del
tremebundo seiscientos inglés-, y desistieron de
fabricar un modelo político pensado para
doblegar o ignorar la naturaleza humana.
Madison llamaba, en El Federalista, a extinguir
para siempre la ambiciosa esperanza de hacer
leyes para la mente humana.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
No buscaron lo imposible: suprimir la competencia con una autocracia de la
que querían escapar. Omnipotence cannot do it, ni siquiera Dios puede
convertir en verdadero lo que es falso, afirmaban los revolucionarios
americanos, en un dictum derivado de Grocio y destinado a establecer la
soberanía radical del ciudadano individual frente al Parlamento británico –
en una exclamación que debería hacer a algunos periodistas europeos
reflexionar sobre el movimiento del Tea Party. De esta suerte, los primeros
americanos procuraron controlar y equilibrar excesos, enfrentando poder
contra poder, fuerza contra fuerza, interés contra interés (John Adams). La
experiencia debe ser nuestra única guía, la razón nos llevará a la confusión –
afirmaba John Dickinson, en una estudiada, pero «cándida simplicidad», en
su pose como «granjero de Pensilvania». Es posible que esa combinación de
experiencias severas y supuestos filosóficos pragmáticos, conducidos por un
sano temor a que «el experimento» saliera mal y acabara en caos, como
preludio de una tiranía peor de la que buscaban escapar, les condujera a
montar un sistema lleno de cautelar y contrapesos, producto de una noción
libertaria, profundamente escéptica y desconfiada del poder. El hecho es
que aquel idealismo cauteloso les llevó a construir el sistema democrático
más profundo, más estable y más prolongado que ha conocido el mundo
occidental.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Estas páginas no ambicionan hacer una historia del
poder en España; ni siquiera del poder en la
España contemporánea. Se trata, simplemente, de
proponer ciertas reflexiones en torno a las historias
de algunos hombres con poder. Una historia de
poderosos, que ni siempre –ni fundamentalmente-
son los ricos ni tampoco se conducen como «el
Estado Mayor de la burguesía», como advirtió –y
rectificó- Marx en El Dieciocho de Brumario de Luis
Bonaparte. Los políticos de raza son, por
definición, traidores de clase. De cualquier «clase»
-sobre todo, desde que el voto del señor Botín no
vale más que el del más modesto de los jornaleros,
que decía hace años, y con razón, Felipe González.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• La venalidad(*) no es el problema de la gran mayoría de los políticos
profesionales, sino la ambición de poder, que es su objetivo central.
Sin embargo, lo aparatoso y difundido de los casos de corrupción ha
canonizado, desde el tiempo clásico, ese matrimonio espurio entre
política (democrática) y corrupción. Sobre todo desde que, en el siglo
v a.C., Efialtes y Pericles idearon la remuneración de cargos públicos
como forma de contrarrestar el mayor poder económico de sus rivales
aristocráticos, la mistoforia se convirtió en el centro de la crítica
conservadora y aristocrática, en la medida en que se le hacía
responsable de la degradación de la política. Además, se consideraba
–escribiría Cicerón siglos más tarde en De Officiis- un ejemplo de
angustus animus, el ama innoble, que había perdido la vía recta: los
valores aristocráticos (areté) de generosidad, desprendimiento y
honor en el servicio público, para sustituirlos por la sórdida ambición
económica. Un hecho que había dejado al pueblo –en palabras de
Platón recogidas por Plutarco- como caballo sin freno, encumbrando a
gentes, dispuestas a vender la ciudad por un dracma, a ocupar cargos
que antes sus agobiantes ocupaciones les vedaban su aceptación
gratuita.
• (*) D.R.A.E : “Vendible o expuesto a la venta”.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Ése fue el argumento básico de Platón. Quizá
haya que buscar en esta aversión posterior a la
mistoforia –que se extiende desde Aristóteles
hasta los Founding Fathers y, en cierto sentido,
incluso hasta nuestros días- el origen de una
resurrección de la concepción idealizada de la
política, como un oficio noble, altruista y
desprendido. Un oficio, en suma, inspirado en los
valores aristocráticos de la areté pre-
democrática. Una noción que ha llegado hasta el
presente y resistido embestidas tan ilustres y
contundentes como las de Maquiavelo, en su
momento, o las de Bertrand de Jouvenel, en
nuestro tiempo.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Lo interesante de la noción virtuosa del oficio –de
nobles con más frecuencia que noble- es que el
negativo de la virtud política, puede que desde la
mistoforia clásica, se haya interpretado como
consistente en la venalidad y la corrupción. Una
conclusión que, en mi opinión, desenfoca
gravemente la naturaleza de la profesión –y que, por
cierto, ya aparece denunciada en Mirabeau o el
político. Porque la degradación de la política no es la
corrupción. Y la mejor prueba –como observara lord
Acton- es que la corrupción aparece en política como
una derivada del ejercicio abusivo del poder. En la
famosa fórmula del pensador británico –el poder
corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente- el sujeto que corrompe es el poder.
Porque, en efecto, la dirección del movimiento
discurre comúnmente del poder a la corrupción, que
no al revés. Así pues, la naturaleza del oficio político
–y el objetivo del mismo- es, pues, el poder; su
riesgo y cara negativa, el abuso de poder, no la
venalidad. En todo caso, me parece empíricamente
demostrable que, en política, la tendencia al abuso
de poder es la regla, en tanto que la corrupción es
una derivada excepcional: por eso, precisamente
porque es excepcional, deja un margen de beneficio
atractivo a los corruptos.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Qué muchísimos políticos profesionales son más sacrificados, generosos y
entregados que vanidosos –que ya es decir- y mejor intencionados que la
mayoría de nosotros?, es probablemente una hipótesis más razonable
que verificable. Pero también comprendieron los fundadores de la
democracia moderna que grandes desastres son, con frecuencia, el parto
indeseable de las consecuencias, ni queridas ni planeadas, de las políticas
mejor intencionadas. ¿Qué muchos políticos han tenido y tienen buenas
ideas, que impregnan políticas públicas, funcionales desde determinados
puntos de vista, y que tienen el desprendimiento, el tesón y la entereza
que nos falta a la mayoría para llevarlas a cabo?, es seguramente cierto –
aunque en estos tiempos parezcan vivir más de encuestas que de ideas.
• Pero todo eso no quita para reconocer que la libido dominandi sea uno de
los grandes deseos del hombre, según Agustín de Hipona, y el poder
arbitrario, el objeto natural de la tentación del Príncipe, nos recuerda el
Profesor Brogan citando a Swift. Porque «hay un grupo de seres humanos
para los que el mando es, por sí mismo, el fin de su instintivo afán:
mandar por la fruición pura de mandar, como el avaro ama el oro por el
oro». No se puede decir mejor que lo hizo Marañón en su Conde Duque de
Olivares. Por eso –escribía Chesterton, desalentado tras la Gran Guerra-
este mundo nunca será seguro para la democracia.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Ésta, pues, es la aventura de algunos políticos profesionales que
ambicionaron el poder con pasión y buscaron maximizarlo con
dedicación. En ocasiones, lo hacen en alianza con el demos,
extendiendo e impulsando derechos. Sin embargo, a veces, sus
querellas les llevan hasta su propio descalabro –arrastrando con
ellos a los ciudadanos a quienes dicen representar o alardean de
beneficiar. Por eso, ésta es también la conmovedora historia de
quienes aprenden de las catástrofes que genera su propia
incontinencia. Decía Ortega que de la historia, lo más interesante
era aprender de los errores. Y, no obstante, demasiados políticos,
en lugar de interpretarla como fórmula de comprensión, se aferran
a Clío con voluntad anacrónica, cual maza de alabardero, que es un
símbolo de poder. Ahora la llaman «Memoria Histórica». Pero,
desde una perspectiva tal, es más fácil manipular que interpretar
las posibles consecuencias indeseables de la propia desmesura.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• En la perspectiva aquí elegida, por el contrario, se procura huir de la proposición. Y se busca la
exposición. «La tarea fundamental de un profesor que se precie de tal –decía Weber- consiste en
enseñar a sus alumnos a fijarse en los hechos incómodos; es decir, en aquellos hechos que son
incómodos a sus opiniones personales». Por eso, hay que procurar argumentar desde el punto de
vista de cada uno de los actores en cuestión, gusten o disgusten. En 1º de Inglaterra, y en 2º de
EE.UU., me enseñaron que la manera menos insegura de evaluar a unos personajes determinados y
sus políticas consiste en medirlos con arreglo a los resultados obtenidos, en relación a sus propios
objetivos. Examinarlos, por así decir, de la asignatura a la que representan, con preferencia a
aquella que a nosotros nos hubiera gustado que cursaran, procurando no olvidar la sabia
advertencia de Finley, en el sentido de «que una ideología no es una teoría que deba exponerse al
mismo análisis riguroso que ésta, por cuanto la prueba de una ideología es pragmática» y la medida
está en sus propios términos.
• Evaluar –pongamos por caso- a Cánovas como «demócrata» no ayuda mucho a la comprensión del
sistema que ideó, porque el político liberal-conservador eligió la carrera de «alternancia», que es
requisito necesario, pero no suficiente, de una democracia a la occidental. Por la misma razón –
aunque motivos opuestos- al general Mola hay que examinarle de «golpismo», una asignatura nada
fácil de aprobar, pero que fue a la que se presentó nuestro general-conspirador; materia, por cierto,
muy distinta a la de guerra civil que es, más bien, la expresión de haber suspendido la primera de
las citadas evaluaciones. De la misma suerte, a los «caballeristas» hay que medirlos en función del
objetivo que ellos mismos se marcaron, la revolución, en lugar de pedirles cuentas por haber
dejado caer una república democrática de corte occidental en la que ni creían, ni querían entonces,
aunque la echaran de menos después.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Militares golpistas y socialistas bolchevizados,
sindicalistas revolucionarios, pistoleros
fascistas y católicos integristas, partidos anti-
sistema, a derecha e izquierda, eran parte del
paisaje europeo –y no sólo español- desde el
suicidio de los bárbaros, como José de
Ingenieros, el pensador positivista argentino,
llamaba a la Gran Guerra. Para políticos
liberales (de la Restauración) o para
demócratas (de la República), cuyo objetivo
consistía en preservar la libertad y consolidar
la democracia, eran datos del problema:
obstáculos severos e indeseables que
dificultaban el examen, pero que no le eximían
de la prueba. Desde su perspectiva
revolucionaria, Lenin desarrolló el
razonamiento con precisión: no basta con
fulminar, maldecir y «negar» el militarismo,
criticarlo y demostrar su nocividad – escribía el
práctico de insurrección, tratando de extraer
enseñanzas del fiasco de 1905. Una forma de
razonar que puede servir también a políticos
con objetivos contrarios a los del líder
revolucionario.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• El lector comprobará que en este texto se hacen frecuentes referencias al
mundo clásico. Desde Constant, a todos se nos alcanza que «la libertad de los
antiguos» era cosa de naturaleza diversa. Incluso la famosa Oración Fúnebre
de Pericles, «que se acerca» -nos dice Sartori- no llega a nuestra noción de
libertad individual. Y su democracia, tampoco. Por más que hubieran
inventado la palabra, la democracia clásica era cosa muy distinta a la nuestra.
Hay, empero, al menos cuatro razones que le llevan a uno a esos autores y sus
reflexiones. En primer lugar –comenzaba Hayek su famoso libro-, porque
«para que las viejas verdades mantengan su impronta en la mente humana
deben reintroducirse en el lenguaje y conceptos de las nuevas generaciones».
Verdades cosechadas, quizá, por el hecho –del que ya nos alertó Finley- de
que entre los antiguos no había pensamiento políticamente correcto; un
corsé asfixiante de nuestro tiempo, que se parece más a la autocensura –o a
la «tiranía de la opinión pública», para utilizar la reflexión orteguiana- que a la
censura o al miedo al sátrapa de turno. La democracia clásica coexistía con
sistemas de gobierno muy distintos en otras ciudades: una circunstancia que
llevaba a los pensadores clásicos a reflexionar sin tanta beatería, quizá
porque no estaban «al final de la Historia», sino en su principio. En segundo
lugar, los clásicos habían descubierto al ciudadano individual y pensaban
menos lastrados por los grandes agregados sociológicos de nuestro tiempo.
La democracia clásica nació mystós, mestiza porque construyó al ciudadano
individual rompiendo con la servidumbre de tribu y territorialidad. Por fin, «el
culto de la Antigüedad», el modelo y la imitación de los clásicos, todavía
estaba muy presente en la política occidental del ochocientos.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Dicho sea esto con toda suerte de precauciones. A los
efectos, recordemos que ya Guicciardini nos previno con
ironía sobre lo que cuatrocientos años después
descubrimos en las pantallas de Hollywood: que
Elisabeth Taylor describe mejor a una opulenta
americana de Sausalito que a la legendaria Cleopatra
ptolomeica. Pero, en fin, ésos son problemas curiosos y
menores; entretenidos y hasta divertidos con la ayuda
de la pluma de los novelistas románticos. Sin embargo, la
cosa se torna peliaguda cuando en las «películas de
romanos» -o de «espartanos», habría que decir en
tiempos de la Gran Revolución- los políticos se animan a
rodar escenas anacrónicas con un reparto encomendado
a personajes fuera de época y de contexto, como los
revolucionarios franceses, inspirados en los lienzos de
David y entusiasmados con la escena del cónsul Bruto
sacrificando a sus hijos en el altar de la virtud
republicana. «El imaginario de la antigüedad a silloné la
révolution», escribía Claude Mossé.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Y la verdad es que, desde que algunos de sus intérpretes
convirtieron la Germania de Tácito en uno de «los libros
más peligrosos» de la historia, los desastres sobrevenidos
eligiendo modelos equivocados (Esparta), o una peculiar
interpretación de esos modelos, y articulados con el culto
a los sacrificios ofrendados en el altar de una supuesta
virtud germánica ancestral, fiera y severa, austera e
incorruptible, no han sido menores, como señaló Aulard
hace más de un siglo.
• Clásicos o modernos, este discurso está cosido con
ejemplos de situaciones y personajes fuera de los
españoles. Comparaciones que se han formulado con una
intención referente, que no concluyente. No son parte de
la trama central del relato. Como el paisaje en los cuadros
flamencos renacentistas, buscan ganar perspectiva, sin
mayores pretensiones demostrativas. A veces, nos sirven
para evitar descubrir Mediterráneos, colocando el caso
español en su contexto general, más cerca de la imitación
que de la invención u ocurrencia. En ocasiones, la reacción
del forastero enfrentado a situaciones semejantes, nos
ayuda a la reflexión, a cuestionarnos lo que deja de
parecernos tan evidente y a formularnos preguntas
alternativas. Eso es todo. 21
LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Benigno Pendás, con sabiduría y buen sentido, me ha
prevenido ante lo que podría entenderse como una
interpretación edulcorada de la III República. No ha sido ésa la
perspectiva y menos el objetivo de este texto. Soy consciente
de que la República Francesa de antes de la II Guerra ha sido
citada reiteradamente como ejemplo de parlamentarismo
alambicado y disfuncional, amén de protagonizar escándalos
de corrupción sonados, y no sólo del Partido Radical. La
République des Camarades, es un libro jugoso, cuyo título da
idea de una red de intereses políticos, mutuos pero no
precisamente santos. Sin embargo, el propósito aquí con los
ejemplos referidos a la III República no es buscar la
ejemplaridad, sino iluminar una estrategia política enfocada en
lo que los americanos llaman institution building, que parece
ausente de la retina política de la mayoría de los republicanos
españoles, quizá porque –nos enseña Tocqueville- nada es más
duro que el aprendizaje de la libertad.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• Una palabra acerca del significado de algunos términos delicados que inevitablemente salpican
este texto. «Descubrir cómo “se llaman” las cosas en el contexto de un determinado sistema –
nos advertía Richard Weaver- es el primer paso del conocimiento». Por eso, he procurado
respetar el sentido que las fuentes dan a las palabras. Tarea difícil, cuando no imposible, por lo
difuso, vaporoso, contradictorio, a veces, indefinido, casi siempre; y, sobre todo, porque, a lomos
del tiempo, cabalgan las palabras para cambiar de significado. Así, por ejemplo, por «pueblo», los
viajeros románticos quier [en] decir los campesinos, nos aclara Mérimée. Pero unos campesinos
de estampa e imagen que apenas responden a la variedad del ciclo agrícola; mucho menos, a la
complejidad del mundo rural. Para Borrow, por ejemplo, «pueblo» son los campesinos, los
arrieros, los pastores, a completar, quizá, con bandoleros y –en su caso, muy destacadamente-
con los gitanos. Ese «pueblo» -y por la misma época –es también populus, y ahí sí coincide su
significado clásico con las guerrillas que hostigaban a los imperiales franceses o a los liberales,
años después. Con algo más de dificultad es posible añadirle a los menestrales de barriada, el
mob de Londres o the crowd en Rudé, la «turba» en colère, que protagonizaba revoluciones y
asediaba palacios. Sin embargo, ese «pueblo», siglo y pico más tarde, ya son sólo los
trabajadores; aunque no todos. Trabajadores eran sólo los que realizaban tareas físicamente
exigentes: en el Madrid de la Guerra, para camuflarse, no bastaba con hacerse con un «mono»
de trabajador, porque, con frecuencia, los milicianos exigían comprobar manos encallecidas por
el trabajo. Trabajadores eran, pues, jornaleros del campo y, sobre todo, obreros industriales; esos
a los que, un siglo atrás, Mérimèe encontraba indignos de tal condición popular por su vulgaridad
y uniformidad.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• En el otro extremo del paradigma social, la noción
marxista de «burguesía» lleva en la virtud de su
precisión el pecado de su limitación. En tanto que
entender por «burguesía» a aquellas gentes de
formación y estilos de vida urbanos o urbanizados
abarca un conglomerado social variopinto, a veces
contradictorio, casi siempre heterogéneo en sus
intereses y actitudes. En el mundo de ayer, la brocha
gorda social ayuda algo a la distinción. De modo que
cuando el secretario en las Cortes de Julián Besteiro
anotaba en su dietario que la burguesía había
desaparecido de las calles de Madrid y Barcelona en
guerra, quería decir que el atuendo de corbata,
sombrero y zapatos se había borrado del paisaje
urbano. Una identificación que en el mundo de
«marcas» de nuestros nietos se nos haría hoy mucho
más difícil.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• El texto que aquí se ofrece está infestado de referencias, pero he intentado encastrar lo que nos
dicen las fuentes en el discurso de este ensayo y he procurado reducir la literatura del aparato
crítico a su mínima expresión, para que pueda leerse sin apenas bajar los ojos a las notas. Las
fuentes primarias, manuscritas o impresas, van en cursiva; las secundarias, aparecen
entrecomilladas: con el propósito de subrayar la diferencia entre testimonios y «opiniones» o
«demostraciones».
• Muchas personas que han revisado este ensayo, a distintas alturas y en diversas versiones, me han
hecho multitud de observaciones y correcciones, casi siempre atinadas. El homenajeado al inicio de
este trabajo me pidió mayor claridad en el propósito del mismo y a ello he dedicado esta
introducción, aunque sigo convencido que este libro no debe aventurar conclusiones. Bastará con
haber logrado enhebrar algunas reflexiones que estimulen preguntas y provoquen debate. En el
Seminario de Historia que preside y anima Santos Juliá en la Fundación Ortega, junto con José
Álvarez Junco y Mercedes Cabrera, se me hicieron demoledoras observaciones a un primer
borrador de este ensayo. He procurado recoger muchas de ellas y, de resultas, le he dado la vuelta
al texto, organizándolo de manera sincrónica, aunque me temo que con ello pague un peaje
teleológico que pudiera desvirtuar su sentido y adulterar mi propósito. Porque en realidad, al
menos la realidad de la política, no es una película. Más bien, son fotogramas superpuestos -«aquí
y ahora», como piensan y actúan los políticos- con los que nosotros articulamos exposiciones e
incluso nos atrevemos a dar explicaciones, interesantes, a veces, aunque, al menos, tan discutibles
como plausibles. En Historia, decía Prescott, es raramente admisible el uso de un término más
contundente que el adverbio «probablemente».
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• El Profesor Ben-Ami nos ha regalado el prólogo.
Jugoso e inquisitivo, como todo lo suyo. Shlomo
Ben-Ami aúna a un conocimiento e inteligencia
sobresaliente, el plus de percepción que presta
haber vivido la realidad. Porque es de esos
historiadores que, como Constant, Cánovas o
Churchill, además de reflexionar sobre el poder,
se ha atrevido a ejercerlo. José Manuel Cuenca
Toribio ha corregido el texto con la paciencia que
le presta su generosidad y con la garantía que le
da un conocimiento exhaustivo de las fuentes,
Juan Francisco Fuentes me ha alertado sobre
referencias históricas relevantes, en relación a
conflictos civiles y exilios. Víctor Morales Lezcano
me ha ayudado a enfocar con propiedad el tema
de Marrueco que conoce al dedillo.
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LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
• El Doctor Carlos Dardé, otrora discípulo, hoy maestro, ha
aportado referencias muy oportunas al texto y me ha
sugerido acertadas variantes en cuanto a la organización del
mismo. Aurora Nacarino Bra
• bo me ha ayudado a precisar ciertas referencias. Andrea
Donofrio me ha encontrado y corregido citas, a veces
complicadas, y ha revisado el texto con acierto y paciencia.
Los bibliotecarios de la Fundación José Ortega y Gasset-
Gregorio Marañón me han facilitado, con celeridad y
dedicación, bibliografía de difícil acceso, en ocasiones. Mi
editora, María Cifuentes, ha desplegado comprensión y
demostrado paciencia en unas dosis que sólo la amistad de
varias generaciones puede explicar. Por fin, mi mujer, Carmen
Spottorno, ha soportado el trabajo y mejorado su resultado
con preguntas y aclaraciones llenas de buen sentido. Como no
podía ser menos, lo que resta son errores propios de mi
torpeza y fruto de mi cosecha.
27
LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA
UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II)
Este texto es la transcripción de la segunda
parte del capitulo “Una explicación a modo de
introducción” del libro Señores del Poder y de la
Democracia de José Varela Ortega
Pontevedra, 20 de Mayo de 2013
28
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Los señores del_poder_y_de_la_democracia_parte-ii

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  • 3. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) (……….) Si esta última premisa es cierta, el mercado político quizá fuera el «orden espontáneo» de Hayek – pero no se comportaría como máquina de utilidad colectiva del modelo ideal. En definitiva, la historia – larga, compleja, plagada de altibajos y retrocesos- de estos sistemas de libertad e integración de la discrepancia es la de transformar el poder, desde una tendencia a considerarlo casi como una suerte de «monopolio natural», en un bien a competir: a repartir (en los «modernos») y a compartir (en los «antiguos» 3
  • 4. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) Fue Joseph Schumpeter quien supo interpretar la democracia de masas –que apenas alumbraba en su mundo de entreguerras- como un mercado… ¿de votos? Quizá en este punto, que hace al objetivo de los productores de poder, podíamos hacer alguna apostilla, matizando la brillante interpretación del gran economista austriaco. En su misma línea, cabría introducir una variante considerando que el voto es únicamente una divisa inelástica que no se intercambia más que por poder. De tal suerte que, del mismo modo que productores y comerciantes maximizan beneficios, los políticos profesionales persiguen la acumulación del poder. ¿Se cumplirá acaso la fórmula de Ostrogorski, según la cual «la ley de la gravedad del orden social consiste en que la propiedad natural de todo poder es concentrarse», en cualquiera de las formas que adopte?: porque –nos advierte Bertrand de Jouvenel- «el poder cambia de apariencia pero mantiene la realidad de su naturaleza». La verdad es que, desde las primeras fuentes de la antigüedad clásica, la evidencia empírica en este sentido y dirección es considerable. 4
  • 5. LOS SEÑLOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Por otra parte, la ecuación votos-poder es un planteamiento muy reciente. Esa resultante que conocemos como democracia de masas, gestionada por partidos movilizadores, organizados como maquinarias electorales, no ha cumplido aún el siglo. Salvo significativas excepciones, es algo desarrollado al pairo de Gran Guerra. Todavía en 1917 y en el Reino Unido, de cada diez electores varones mayores de edad (de las mujeres, ni hablemos), cuatro carecían del derecho al voto. • Para que las votaciones adquieran el rango –y la virtualidad- de elecciones, se requieren ciertas condiciones mínimas de seguridad jurídica, independencia y separación de poderes. Sólo en ese contexto, en que la libertad está suficientemente garantizada, opera un mercado político que asegura y promueve la alternancia. Y es entonces cuando se produce el incentivo, y el interés, de los profesionales del poder – como advirtió sagazmente el clásico escocés en su famoso ejemplo del carnicero- de competir, respetando las leyes del mercado político (o marco constitucional) y promoviendo políticas públicas positivas que les conduzcan a la conquista o conservación del poder. Pero ese nivel de controles, equilibrios y contención, que convierte una votación en una elección, propio de la democracia participativa y pluralista, es un artificio precario que se ha logrado en el mundo occidental no sin años de violencia, descalabros y retrocesos. 5
  • 6. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE I) • En definitiva, las tensiones, retrocesos y tropiezos son manifestación de una tendencia, si no «natural» -quizá nada en la naturaleza humana lo sea- al menos muy frecuente en el hombre en cuanto «animal político», en los señores del poder del tiempo antiguo o en los políticos profesionales de nuestros días: una predisposición a acaparar, a incrementar poder. De igual modo que en el mundo de la economía –nos cuenta Adam Smith- los productores «conspiran sobre los precios» y tienden al monopolio, en el universo de la política los productores del poder rechazan la concurrencia y buscan la hegemonía y, si logran la omnipotencia, eliminan a la oposición. Puede que esa omnipotencia sea una expresión «natural», pero, sin duda, es también una manifestación abusiva de la libertad: liberty – sentenciaba Hobbes- is the absence of opposition. Traduciendo I will por I can, observaba Isaiah Berlin, se identifica libertad y poder: «quiero, luego puedo». Se trata de una noción ilimitada de la libertad que provoca el conflicto entre dos concepciones de la misma. 6
  • 7. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Dicho esto, estoy lejos de militar en las nutridas huestes que hoy andan a la caza intelectual del político. Cuando los frustrados no son capaces de reemplazar a los fracasados –explicaba Maura, con ocasión de la resaca del 98- y desesperados gritan ¡los políticos a la vida privada, el pueblo a la vida pública!, en general, hay que traducir por el ambicioso genérico de «pueblo» a algunos de los que gritan. Pero tampoco estoy por organizar monterías con reses de banqueros, cuya veda parece haber abierto una interpretación equivocada de esta crisis profunda que padecemos. En este punto y hora, me parece divertida la escena de muchos políticos saliendo en tromba de la timba del poder, cual capitán Renault en Casablanca, pidiendo justicia contra «el mercado» y venganza contra los financieros, al grito de «aquí se especula». ¡Como si ellos no hubieran hecho otra cosa desde Pisístrato que especular!... Sobre el poder. Y especular, especular, claro que se ha especulado en demasía. Suele ocurrir, cuando, de un sistema pensado con el freno de la quiebra, se percibe que, en lugar de arruinado, sale uno indemnizado y en vez de juzgado, con las pérdidas socializadas: en ese contexto de irresponsabilidad, los incentivos para tomar decisiones prudentes son mucho menores que las tentaciones para correr riesgos descontrolados. 7
  • 8. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Los excesos del poder, lo mismo que la codicia, probablemente, sean consustanciales a la naturaleza del poder y al componente de ambición de la condición humana. Los Founding Fathers, a pesar de su radicalismo casi libertario, añadieron unas gotas de hobbesianismo –me explicó un día el Profesor Gallo- al precipitado, integrando desde el principio en su ecuación política idealista la presencia del poder como una consecuencia inevitable, por más que desagradable y temible, del lado oscuro de la naturaleza humana, en la conocida expresión de Thomas Paine. La sociedad –escribía Paine- es producto de nuestras necesidades, el gobierno de nuestras debilidades: si se gobernaran ángeles – concluía Madison- no sería necesaria su existencia. La idea de una venalidad universal en la naturaleza humana –advirtió Halmilton- es, en el razonamiento político, un error apenas menor que el de creer en una universal rectitud. 8
  • 9. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Al parecer, pues, los primeros americanos, y primeros demócratas también, estuvieron pronto en el secreto –quizá escarmentados en cabeza familiar, por medio de sus lecturas del tremebundo seiscientos inglés-, y desistieron de fabricar un modelo político pensado para doblegar o ignorar la naturaleza humana. Madison llamaba, en El Federalista, a extinguir para siempre la ambiciosa esperanza de hacer leyes para la mente humana. 9
  • 10. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) No buscaron lo imposible: suprimir la competencia con una autocracia de la que querían escapar. Omnipotence cannot do it, ni siquiera Dios puede convertir en verdadero lo que es falso, afirmaban los revolucionarios americanos, en un dictum derivado de Grocio y destinado a establecer la soberanía radical del ciudadano individual frente al Parlamento británico – en una exclamación que debería hacer a algunos periodistas europeos reflexionar sobre el movimiento del Tea Party. De esta suerte, los primeros americanos procuraron controlar y equilibrar excesos, enfrentando poder contra poder, fuerza contra fuerza, interés contra interés (John Adams). La experiencia debe ser nuestra única guía, la razón nos llevará a la confusión – afirmaba John Dickinson, en una estudiada, pero «cándida simplicidad», en su pose como «granjero de Pensilvania». Es posible que esa combinación de experiencias severas y supuestos filosóficos pragmáticos, conducidos por un sano temor a que «el experimento» saliera mal y acabara en caos, como preludio de una tiranía peor de la que buscaban escapar, les condujera a montar un sistema lleno de cautelar y contrapesos, producto de una noción libertaria, profundamente escéptica y desconfiada del poder. El hecho es que aquel idealismo cauteloso les llevó a construir el sistema democrático más profundo, más estable y más prolongado que ha conocido el mundo occidental. 10
  • 11. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Estas páginas no ambicionan hacer una historia del poder en España; ni siquiera del poder en la España contemporánea. Se trata, simplemente, de proponer ciertas reflexiones en torno a las historias de algunos hombres con poder. Una historia de poderosos, que ni siempre –ni fundamentalmente- son los ricos ni tampoco se conducen como «el Estado Mayor de la burguesía», como advirtió –y rectificó- Marx en El Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte. Los políticos de raza son, por definición, traidores de clase. De cualquier «clase» -sobre todo, desde que el voto del señor Botín no vale más que el del más modesto de los jornaleros, que decía hace años, y con razón, Felipe González. 11
  • 12. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • La venalidad(*) no es el problema de la gran mayoría de los políticos profesionales, sino la ambición de poder, que es su objetivo central. Sin embargo, lo aparatoso y difundido de los casos de corrupción ha canonizado, desde el tiempo clásico, ese matrimonio espurio entre política (democrática) y corrupción. Sobre todo desde que, en el siglo v a.C., Efialtes y Pericles idearon la remuneración de cargos públicos como forma de contrarrestar el mayor poder económico de sus rivales aristocráticos, la mistoforia se convirtió en el centro de la crítica conservadora y aristocrática, en la medida en que se le hacía responsable de la degradación de la política. Además, se consideraba –escribiría Cicerón siglos más tarde en De Officiis- un ejemplo de angustus animus, el ama innoble, que había perdido la vía recta: los valores aristocráticos (areté) de generosidad, desprendimiento y honor en el servicio público, para sustituirlos por la sórdida ambición económica. Un hecho que había dejado al pueblo –en palabras de Platón recogidas por Plutarco- como caballo sin freno, encumbrando a gentes, dispuestas a vender la ciudad por un dracma, a ocupar cargos que antes sus agobiantes ocupaciones les vedaban su aceptación gratuita. • (*) D.R.A.E : “Vendible o expuesto a la venta”. 12
  • 13. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Ése fue el argumento básico de Platón. Quizá haya que buscar en esta aversión posterior a la mistoforia –que se extiende desde Aristóteles hasta los Founding Fathers y, en cierto sentido, incluso hasta nuestros días- el origen de una resurrección de la concepción idealizada de la política, como un oficio noble, altruista y desprendido. Un oficio, en suma, inspirado en los valores aristocráticos de la areté pre- democrática. Una noción que ha llegado hasta el presente y resistido embestidas tan ilustres y contundentes como las de Maquiavelo, en su momento, o las de Bertrand de Jouvenel, en nuestro tiempo. 13
  • 14. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Lo interesante de la noción virtuosa del oficio –de nobles con más frecuencia que noble- es que el negativo de la virtud política, puede que desde la mistoforia clásica, se haya interpretado como consistente en la venalidad y la corrupción. Una conclusión que, en mi opinión, desenfoca gravemente la naturaleza de la profesión –y que, por cierto, ya aparece denunciada en Mirabeau o el político. Porque la degradación de la política no es la corrupción. Y la mejor prueba –como observara lord Acton- es que la corrupción aparece en política como una derivada del ejercicio abusivo del poder. En la famosa fórmula del pensador británico –el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente- el sujeto que corrompe es el poder. Porque, en efecto, la dirección del movimiento discurre comúnmente del poder a la corrupción, que no al revés. Así pues, la naturaleza del oficio político –y el objetivo del mismo- es, pues, el poder; su riesgo y cara negativa, el abuso de poder, no la venalidad. En todo caso, me parece empíricamente demostrable que, en política, la tendencia al abuso de poder es la regla, en tanto que la corrupción es una derivada excepcional: por eso, precisamente porque es excepcional, deja un margen de beneficio atractivo a los corruptos. 14
  • 15. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Qué muchísimos políticos profesionales son más sacrificados, generosos y entregados que vanidosos –que ya es decir- y mejor intencionados que la mayoría de nosotros?, es probablemente una hipótesis más razonable que verificable. Pero también comprendieron los fundadores de la democracia moderna que grandes desastres son, con frecuencia, el parto indeseable de las consecuencias, ni queridas ni planeadas, de las políticas mejor intencionadas. ¿Qué muchos políticos han tenido y tienen buenas ideas, que impregnan políticas públicas, funcionales desde determinados puntos de vista, y que tienen el desprendimiento, el tesón y la entereza que nos falta a la mayoría para llevarlas a cabo?, es seguramente cierto – aunque en estos tiempos parezcan vivir más de encuestas que de ideas. • Pero todo eso no quita para reconocer que la libido dominandi sea uno de los grandes deseos del hombre, según Agustín de Hipona, y el poder arbitrario, el objeto natural de la tentación del Príncipe, nos recuerda el Profesor Brogan citando a Swift. Porque «hay un grupo de seres humanos para los que el mando es, por sí mismo, el fin de su instintivo afán: mandar por la fruición pura de mandar, como el avaro ama el oro por el oro». No se puede decir mejor que lo hizo Marañón en su Conde Duque de Olivares. Por eso –escribía Chesterton, desalentado tras la Gran Guerra- este mundo nunca será seguro para la democracia. 15
  • 16. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Ésta, pues, es la aventura de algunos políticos profesionales que ambicionaron el poder con pasión y buscaron maximizarlo con dedicación. En ocasiones, lo hacen en alianza con el demos, extendiendo e impulsando derechos. Sin embargo, a veces, sus querellas les llevan hasta su propio descalabro –arrastrando con ellos a los ciudadanos a quienes dicen representar o alardean de beneficiar. Por eso, ésta es también la conmovedora historia de quienes aprenden de las catástrofes que genera su propia incontinencia. Decía Ortega que de la historia, lo más interesante era aprender de los errores. Y, no obstante, demasiados políticos, en lugar de interpretarla como fórmula de comprensión, se aferran a Clío con voluntad anacrónica, cual maza de alabardero, que es un símbolo de poder. Ahora la llaman «Memoria Histórica». Pero, desde una perspectiva tal, es más fácil manipular que interpretar las posibles consecuencias indeseables de la propia desmesura. 16
  • 17. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • En la perspectiva aquí elegida, por el contrario, se procura huir de la proposición. Y se busca la exposición. «La tarea fundamental de un profesor que se precie de tal –decía Weber- consiste en enseñar a sus alumnos a fijarse en los hechos incómodos; es decir, en aquellos hechos que son incómodos a sus opiniones personales». Por eso, hay que procurar argumentar desde el punto de vista de cada uno de los actores en cuestión, gusten o disgusten. En 1º de Inglaterra, y en 2º de EE.UU., me enseñaron que la manera menos insegura de evaluar a unos personajes determinados y sus políticas consiste en medirlos con arreglo a los resultados obtenidos, en relación a sus propios objetivos. Examinarlos, por así decir, de la asignatura a la que representan, con preferencia a aquella que a nosotros nos hubiera gustado que cursaran, procurando no olvidar la sabia advertencia de Finley, en el sentido de «que una ideología no es una teoría que deba exponerse al mismo análisis riguroso que ésta, por cuanto la prueba de una ideología es pragmática» y la medida está en sus propios términos. • Evaluar –pongamos por caso- a Cánovas como «demócrata» no ayuda mucho a la comprensión del sistema que ideó, porque el político liberal-conservador eligió la carrera de «alternancia», que es requisito necesario, pero no suficiente, de una democracia a la occidental. Por la misma razón – aunque motivos opuestos- al general Mola hay que examinarle de «golpismo», una asignatura nada fácil de aprobar, pero que fue a la que se presentó nuestro general-conspirador; materia, por cierto, muy distinta a la de guerra civil que es, más bien, la expresión de haber suspendido la primera de las citadas evaluaciones. De la misma suerte, a los «caballeristas» hay que medirlos en función del objetivo que ellos mismos se marcaron, la revolución, en lugar de pedirles cuentas por haber dejado caer una república democrática de corte occidental en la que ni creían, ni querían entonces, aunque la echaran de menos después. 17
  • 18. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Militares golpistas y socialistas bolchevizados, sindicalistas revolucionarios, pistoleros fascistas y católicos integristas, partidos anti- sistema, a derecha e izquierda, eran parte del paisaje europeo –y no sólo español- desde el suicidio de los bárbaros, como José de Ingenieros, el pensador positivista argentino, llamaba a la Gran Guerra. Para políticos liberales (de la Restauración) o para demócratas (de la República), cuyo objetivo consistía en preservar la libertad y consolidar la democracia, eran datos del problema: obstáculos severos e indeseables que dificultaban el examen, pero que no le eximían de la prueba. Desde su perspectiva revolucionaria, Lenin desarrolló el razonamiento con precisión: no basta con fulminar, maldecir y «negar» el militarismo, criticarlo y demostrar su nocividad – escribía el práctico de insurrección, tratando de extraer enseñanzas del fiasco de 1905. Una forma de razonar que puede servir también a políticos con objetivos contrarios a los del líder revolucionario. 18
  • 19. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • El lector comprobará que en este texto se hacen frecuentes referencias al mundo clásico. Desde Constant, a todos se nos alcanza que «la libertad de los antiguos» era cosa de naturaleza diversa. Incluso la famosa Oración Fúnebre de Pericles, «que se acerca» -nos dice Sartori- no llega a nuestra noción de libertad individual. Y su democracia, tampoco. Por más que hubieran inventado la palabra, la democracia clásica era cosa muy distinta a la nuestra. Hay, empero, al menos cuatro razones que le llevan a uno a esos autores y sus reflexiones. En primer lugar –comenzaba Hayek su famoso libro-, porque «para que las viejas verdades mantengan su impronta en la mente humana deben reintroducirse en el lenguaje y conceptos de las nuevas generaciones». Verdades cosechadas, quizá, por el hecho –del que ya nos alertó Finley- de que entre los antiguos no había pensamiento políticamente correcto; un corsé asfixiante de nuestro tiempo, que se parece más a la autocensura –o a la «tiranía de la opinión pública», para utilizar la reflexión orteguiana- que a la censura o al miedo al sátrapa de turno. La democracia clásica coexistía con sistemas de gobierno muy distintos en otras ciudades: una circunstancia que llevaba a los pensadores clásicos a reflexionar sin tanta beatería, quizá porque no estaban «al final de la Historia», sino en su principio. En segundo lugar, los clásicos habían descubierto al ciudadano individual y pensaban menos lastrados por los grandes agregados sociológicos de nuestro tiempo. La democracia clásica nació mystós, mestiza porque construyó al ciudadano individual rompiendo con la servidumbre de tribu y territorialidad. Por fin, «el culto de la Antigüedad», el modelo y la imitación de los clásicos, todavía estaba muy presente en la política occidental del ochocientos. 19
  • 20. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Dicho sea esto con toda suerte de precauciones. A los efectos, recordemos que ya Guicciardini nos previno con ironía sobre lo que cuatrocientos años después descubrimos en las pantallas de Hollywood: que Elisabeth Taylor describe mejor a una opulenta americana de Sausalito que a la legendaria Cleopatra ptolomeica. Pero, en fin, ésos son problemas curiosos y menores; entretenidos y hasta divertidos con la ayuda de la pluma de los novelistas románticos. Sin embargo, la cosa se torna peliaguda cuando en las «películas de romanos» -o de «espartanos», habría que decir en tiempos de la Gran Revolución- los políticos se animan a rodar escenas anacrónicas con un reparto encomendado a personajes fuera de época y de contexto, como los revolucionarios franceses, inspirados en los lienzos de David y entusiasmados con la escena del cónsul Bruto sacrificando a sus hijos en el altar de la virtud republicana. «El imaginario de la antigüedad a silloné la révolution», escribía Claude Mossé. 20
  • 21. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Y la verdad es que, desde que algunos de sus intérpretes convirtieron la Germania de Tácito en uno de «los libros más peligrosos» de la historia, los desastres sobrevenidos eligiendo modelos equivocados (Esparta), o una peculiar interpretación de esos modelos, y articulados con el culto a los sacrificios ofrendados en el altar de una supuesta virtud germánica ancestral, fiera y severa, austera e incorruptible, no han sido menores, como señaló Aulard hace más de un siglo. • Clásicos o modernos, este discurso está cosido con ejemplos de situaciones y personajes fuera de los españoles. Comparaciones que se han formulado con una intención referente, que no concluyente. No son parte de la trama central del relato. Como el paisaje en los cuadros flamencos renacentistas, buscan ganar perspectiva, sin mayores pretensiones demostrativas. A veces, nos sirven para evitar descubrir Mediterráneos, colocando el caso español en su contexto general, más cerca de la imitación que de la invención u ocurrencia. En ocasiones, la reacción del forastero enfrentado a situaciones semejantes, nos ayuda a la reflexión, a cuestionarnos lo que deja de parecernos tan evidente y a formularnos preguntas alternativas. Eso es todo. 21
  • 22. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Benigno Pendás, con sabiduría y buen sentido, me ha prevenido ante lo que podría entenderse como una interpretación edulcorada de la III República. No ha sido ésa la perspectiva y menos el objetivo de este texto. Soy consciente de que la República Francesa de antes de la II Guerra ha sido citada reiteradamente como ejemplo de parlamentarismo alambicado y disfuncional, amén de protagonizar escándalos de corrupción sonados, y no sólo del Partido Radical. La République des Camarades, es un libro jugoso, cuyo título da idea de una red de intereses políticos, mutuos pero no precisamente santos. Sin embargo, el propósito aquí con los ejemplos referidos a la III República no es buscar la ejemplaridad, sino iluminar una estrategia política enfocada en lo que los americanos llaman institution building, que parece ausente de la retina política de la mayoría de los republicanos españoles, quizá porque –nos enseña Tocqueville- nada es más duro que el aprendizaje de la libertad. 22
  • 23. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • Una palabra acerca del significado de algunos términos delicados que inevitablemente salpican este texto. «Descubrir cómo “se llaman” las cosas en el contexto de un determinado sistema – nos advertía Richard Weaver- es el primer paso del conocimiento». Por eso, he procurado respetar el sentido que las fuentes dan a las palabras. Tarea difícil, cuando no imposible, por lo difuso, vaporoso, contradictorio, a veces, indefinido, casi siempre; y, sobre todo, porque, a lomos del tiempo, cabalgan las palabras para cambiar de significado. Así, por ejemplo, por «pueblo», los viajeros románticos quier [en] decir los campesinos, nos aclara Mérimée. Pero unos campesinos de estampa e imagen que apenas responden a la variedad del ciclo agrícola; mucho menos, a la complejidad del mundo rural. Para Borrow, por ejemplo, «pueblo» son los campesinos, los arrieros, los pastores, a completar, quizá, con bandoleros y –en su caso, muy destacadamente- con los gitanos. Ese «pueblo» -y por la misma época –es también populus, y ahí sí coincide su significado clásico con las guerrillas que hostigaban a los imperiales franceses o a los liberales, años después. Con algo más de dificultad es posible añadirle a los menestrales de barriada, el mob de Londres o the crowd en Rudé, la «turba» en colère, que protagonizaba revoluciones y asediaba palacios. Sin embargo, ese «pueblo», siglo y pico más tarde, ya son sólo los trabajadores; aunque no todos. Trabajadores eran sólo los que realizaban tareas físicamente exigentes: en el Madrid de la Guerra, para camuflarse, no bastaba con hacerse con un «mono» de trabajador, porque, con frecuencia, los milicianos exigían comprobar manos encallecidas por el trabajo. Trabajadores eran, pues, jornaleros del campo y, sobre todo, obreros industriales; esos a los que, un siglo atrás, Mérimèe encontraba indignos de tal condición popular por su vulgaridad y uniformidad. 23
  • 24. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • En el otro extremo del paradigma social, la noción marxista de «burguesía» lleva en la virtud de su precisión el pecado de su limitación. En tanto que entender por «burguesía» a aquellas gentes de formación y estilos de vida urbanos o urbanizados abarca un conglomerado social variopinto, a veces contradictorio, casi siempre heterogéneo en sus intereses y actitudes. En el mundo de ayer, la brocha gorda social ayuda algo a la distinción. De modo que cuando el secretario en las Cortes de Julián Besteiro anotaba en su dietario que la burguesía había desaparecido de las calles de Madrid y Barcelona en guerra, quería decir que el atuendo de corbata, sombrero y zapatos se había borrado del paisaje urbano. Una identificación que en el mundo de «marcas» de nuestros nietos se nos haría hoy mucho más difícil. 24
  • 25. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • El texto que aquí se ofrece está infestado de referencias, pero he intentado encastrar lo que nos dicen las fuentes en el discurso de este ensayo y he procurado reducir la literatura del aparato crítico a su mínima expresión, para que pueda leerse sin apenas bajar los ojos a las notas. Las fuentes primarias, manuscritas o impresas, van en cursiva; las secundarias, aparecen entrecomilladas: con el propósito de subrayar la diferencia entre testimonios y «opiniones» o «demostraciones». • Muchas personas que han revisado este ensayo, a distintas alturas y en diversas versiones, me han hecho multitud de observaciones y correcciones, casi siempre atinadas. El homenajeado al inicio de este trabajo me pidió mayor claridad en el propósito del mismo y a ello he dedicado esta introducción, aunque sigo convencido que este libro no debe aventurar conclusiones. Bastará con haber logrado enhebrar algunas reflexiones que estimulen preguntas y provoquen debate. En el Seminario de Historia que preside y anima Santos Juliá en la Fundación Ortega, junto con José Álvarez Junco y Mercedes Cabrera, se me hicieron demoledoras observaciones a un primer borrador de este ensayo. He procurado recoger muchas de ellas y, de resultas, le he dado la vuelta al texto, organizándolo de manera sincrónica, aunque me temo que con ello pague un peaje teleológico que pudiera desvirtuar su sentido y adulterar mi propósito. Porque en realidad, al menos la realidad de la política, no es una película. Más bien, son fotogramas superpuestos -«aquí y ahora», como piensan y actúan los políticos- con los que nosotros articulamos exposiciones e incluso nos atrevemos a dar explicaciones, interesantes, a veces, aunque, al menos, tan discutibles como plausibles. En Historia, decía Prescott, es raramente admisible el uso de un término más contundente que el adverbio «probablemente». 25
  • 26. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • El Profesor Ben-Ami nos ha regalado el prólogo. Jugoso e inquisitivo, como todo lo suyo. Shlomo Ben-Ami aúna a un conocimiento e inteligencia sobresaliente, el plus de percepción que presta haber vivido la realidad. Porque es de esos historiadores que, como Constant, Cánovas o Churchill, además de reflexionar sobre el poder, se ha atrevido a ejercerlo. José Manuel Cuenca Toribio ha corregido el texto con la paciencia que le presta su generosidad y con la garantía que le da un conocimiento exhaustivo de las fuentes, Juan Francisco Fuentes me ha alertado sobre referencias históricas relevantes, en relación a conflictos civiles y exilios. Víctor Morales Lezcano me ha ayudado a enfocar con propiedad el tema de Marrueco que conoce al dedillo. 26
  • 27. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) • El Doctor Carlos Dardé, otrora discípulo, hoy maestro, ha aportado referencias muy oportunas al texto y me ha sugerido acertadas variantes en cuanto a la organización del mismo. Aurora Nacarino Bra • bo me ha ayudado a precisar ciertas referencias. Andrea Donofrio me ha encontrado y corregido citas, a veces complicadas, y ha revisado el texto con acierto y paciencia. Los bibliotecarios de la Fundación José Ortega y Gasset- Gregorio Marañón me han facilitado, con celeridad y dedicación, bibliografía de difícil acceso, en ocasiones. Mi editora, María Cifuentes, ha desplegado comprensión y demostrado paciencia en unas dosis que sólo la amistad de varias generaciones puede explicar. Por fin, mi mujer, Carmen Spottorno, ha soportado el trabajo y mejorado su resultado con preguntas y aclaraciones llenas de buen sentido. Como no podía ser menos, lo que resta son errores propios de mi torpeza y fruto de mi cosecha. 27
  • 28. LOS SEÑORES DEL PODER Y DE LA DEMOCRACIA UNA EXPLICACIÓN A MODO DE INTRODUCCION (PARTE II) Este texto es la transcripción de la segunda parte del capitulo “Una explicación a modo de introducción” del libro Señores del Poder y de la Democracia de José Varela Ortega Pontevedra, 20 de Mayo de 2013 28
  • 29. INCUPLIMIENTO ¿HAY QUE FIARSE DE LOS POLITICOS? 29