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Las indicaciones de la
cirugía en la úlcera
péptica
gastroduodenal
Dr. EVERARDO ORTIZ DE
,..,
MONTELLANO ~
L A INDICACIÓN de la cirugía en el sujeto ulceroso, es una de las de-·
siciones más difíciles que el médico suele tomar. Se ha establecido
la regla de elegir el momento aqud en que el tratamiento médico es
incapaz de suprimir el dolor, manifestación preponderante de la enfer-
medad.
El sujeto que ha acatado íntegramente las indicacione:; del tra~a­
miento médico, no plantea grandes problemas, sin duda, la cirugía está
indicada en él. · Las dificultades surgen en los casos en que la negli-
gencia del enfermo o las circunstancias adversas del medío en que se
mueve, hacen imposible la prosecución de un tratamiento médico ade-
cuado; diríamos entonces que es el enfermo y no la enfermedad, lo que:
es "intratable", y cabe anotar que es el hábito del tabaco el que hace
fracasar con más frecuencia la terapia médica y la causa de la precipita-
ción de algunas desiciones operatorias. Es entonces cuando se debe hacer
un balance cuidadoso de la situación, exigir del paciente tcxla la cola-
boración que le sea posible y advertir que de decidirse por la cirugía, los
resultados pueden no ser del todo satisfactorios. En el ulceroso duodenal
no complicado, es ésta la única indicación de la Cirugía. La úlcera gás-
trica plantea problemas más delicados, pues la frecuente confusión de
diagnóstico con el cáncer, hace peligrosa la perseverancia en el 'traUt-
miento médico; ésto, aparte de la posibilidad no totalmente descartada
de la degeneración maligna de una úlcera crónica. Estudios estadístrcos
cuidadosos han demostrado que las posibilidades de aparición del .cán-
cer sobre una lesión ulcerosa, no son mayores que sobre la ínutosa
gástrica normal y resultaría incomprensible explicarse como las .lesiones
duodenales nunca "degeneran" si es el factor irritativo crónico la ccausa
* Médico Cirujano adjunto de la Unidad de Gastroenterología. Hospital General.
449
450 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICIN.
de la mutación. Parece pues dificil aceptar esta posibilidad y el último
recucto de esta teoría, es la aparición ocasional de células neoplásicas
en el borde de una úlcera por demás benigna. Es pues h dificultad diag-
nóstica con el cáncer, el princip:il problema y la causa de que a la
úlcera gástrica se le considere un problema eminentemente quirúrgico.
Es fácil observar la reducción constante en el número de ulcerosos
duod:nales que son intervenidos y el aumento notable de la frecuencia
con-~~,flterviene al ulceroso gástrico. Un 403 de estos úlrnnos,
ha sido intervenido por no haberse podido descartar la presencia de un
cáncer; i~dusive se ha llegado a la exageración de decir que solo el exa-
men his.topatológico de la pieza operatoria, es capaz de despejar ia
~---•.,:~<-
Un manejo razenable y prudente de este problema, establece las
siguientes indicaciones de la cirugía en el ulceroso gástrico: l. Fracaso
total del primer intento de tratamiento médico, 2. Reaparición de los
síntomas o profundización del nicho, durante el mismo tratamiento,
3. Reaparición rápida de los síntomas o el nicho radiológico después
de un curso de terapia médica, y, 4. Fundada sospecha radiológica o
end~ópica de la presencia de un cáncer. Los estudios citológicos han
dado resultados contradictorios en la detección del cáncer gástrico y a
la fecha, no es posible apoyar solo en ellos, una desición operatoria.
La selección de la operación en la enfermedad ulcerosa no compli-
cada, es problema que se ha simplificado mucho en nuestros días. La
gastroenteroanastomosis ha sido descartada por completo, ya que dejaría
el problema del cáncer en la úlcera gástrica y sería una amenaza para
la aparición de una úlcera gástrica anastomótica en el ulceroso duodenal
o gástrico ·hipersecretor.
La vagotomía complementada con una piloroplastía o una gastro-
enteroanastomosis, es operación sencilla de hacer, de mbrtalidad casi
nula y de buenos resultados cuando se ha logrado hacer la completa
sección de los nervios. Está formalmente contraindicada en el trata-
miento de la úlcera gástrica, por no resolver el problema de la conb-
sión con el cáncer. Aplicada al ulceroso duodenal, ha encontrado serios
obstáculos para ser catalogada como medida de elección. Los motivos son:
a) en el 10 por ciento de los casos, no se logra una denervación com-
pkta. b). Existe la posibilidad y al parecer sucede, de la regeneración de
fibras colinérgicas, e) Recaídas en 6 al 10 por cieÍlto de los casos, y
d). Síntomas atribuíbles a la intervención, como son: disfagia, dificulta-
des de vaciamiento gástrico no corregidas por la gastroenterostomía,
con que se interviene
duda
REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA 451
paresia intestinal y diarrea intratable. Aunque este tipo de intervención
sigue siendo aplicada como de elección por un númeroso grupo de ciru-
janos y se siguen estudiando sus posibilidades, la tendencia general es
la de limitar su uso al tratamiento de la úlcera yeyunal y a adjuntarla
a la gastrectomía subtota1 en el sujeto con gran hipersecreción.
La gastrectomía subtotal, continúa pues siendo el procedimiento de
elección. En el ulceroso duodenal elimina la fase gástrica de la secreción
y restringe en forma considerable la fase cefálica, al extirpar alrededor de
íO por ciento de la superficie secretora del estómago. En el caso del
ulceroso gástrico, se agrega el hecho de que se elimina la lesión y con ella
la posibilidad del cáncer. Esta intervención cuenta sin embargo, con
mortalidad algo mayor que la vagotomía y puesto que es una operación
mayor, no siempre es posible practicarla en pacientes con trastornos
generales de consideración, tales como gran desnutrición, cardiopatía,
nefropatía, etc. La mortalidad que acarrea, actualmente cercana al 11
por ciento, depende mucho de las condiciones del paciente, de la lo-
calización de la lesión y de la habilidad del cirujano. Las lesiones duo-
denales dificultan a veces enormemente el drenaje del muñón duodenal
y no es excepcional la deshiscencia de suturas a ese nivel. Ocasional-
mente son heridos el páncreas o los ele1nentos del pedículo hepático.
Estas dificultades hicieron que se propusieran procedimientos de exclu-
sión del antro pilórico (Fin~terer), que pronto debieron descartarse
por la enorme incidencia de recaídas; la maniobra de Bancroft solu-
cionó este problema y actualmente se le emplea en todos aquellos casos
en que el manejo del muñón duodenal resulta peligroso. La menor duda
acerca de no haber extirpado toda la mucosa antral, exige el agregado
de una vagotomía. La úlcera gástrica yuxtacardial dificulta a veces la
confección de la gastroenterostomía por requerir una resección muy
alta; el procedimiento de Pauchet resuelve la mayoría de estos problemas.
La morbilidad que sigue a la gastrectomía subtotal no es despreciable,
motivo por el cual no debe llegarse a la intervención sin causa plena-
mente justificada. La recaída ocurre en un 2 por ciento de los casos
en que se ha extirpado un 75 por ciento de la superficie gástrica total. La
causa de la aparición de la úlcera yeyuna1, es primariamente la persis-
tencia de secreción ácida en cantidades importantes y secundariamente
la falta de medio alcalino que bañe la boca anastomótica; se creyó que
los procedimientos del tipo Bilroth 1 obviarían este inconveniente, pero
los resultados han hecho desechar esta idea. A este procedimiento sigue
un 8 por ciento de recaídas cuando se aplica al ulceroso dudenal o al
~
452 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA
gástrico hipersecretor; el gástrico normo o hiposecretor casi no tiene re-
caídas con cualquiera de los procedimientos. Esta es la causa de que se
empleen de preferencia las operaciones tipo Bilroth 11.
El ·llamado "dumping syndrome" o "síndrom.e de vaciamiento rá-
pido", es uno de los síndromes post-gastrectomía que sigue en importan-
cia al anterior. Solamente lo rr¡.encionamos en este lugar, ya que habre-
mos de discutirlo más adelante. Un 40 por ciento de los gastrectomi-
zados no logran recuperar su peso o pierden peso después de la operación;
apnque ésto no los incapacita para llevar una vida normal, es motivó de
preocupación para muchos de ellos y a veces para el médico. Se ha
observado que a veces aumenta la cantidad de grasa eliminada en las
heces fecales y se piensa que a esto se debe la reducción del peso cor-
poral; no se tiene explicación satisfactoria para esta esteatorrea. La ane-
mia de tipo macrocítico es rarísima después de gastrectormía subtotal
(0.02 por ciento). La microcítica ocurre en cambio, en un 20 por cien-
to de los operados y en un 10 por ciento llega a constituir un pro-
blema serio.
CIRUGÍA EN LAS COMPLICACIONES
Estenosis pilórica. Es a veces difícil valorar con justicia la situación
del sujeto que muestra un síndrome de estenosis pilórica, como com-
plicación de la enfermedad ulcerosa. Se debe tener en cuenta que ~en
varios los factores que condicionan su aparición, y que por lo ta~to,
su presencia no constituye una indicación quirúrgica absoluta. Suele
suceder que el piloroespasmo o el edema inflamatorio que rodea a una
lesión situada cerca del píloro, sean las causas de la obstrucción pilórica;
un tratamiento médico enérgico y bien conducido, hace desaparecer
pronto estos factores y con celo, la indicación operatoria. Solo después
de haber fracasado todas las n1odalidades de terapia médica, se debe
hablar de obstrucción orgánica intratable; un concenso de la situación
clínica, radiológica y a veces endoscópica debe dictar finalmente la in-
dicación quirúrgica. Establecida esta. última y probado que la condició:i
está obstaculizando seriamente la nutrición del paciente, se debe in-
tervenir lo más pronto posible, ya que una espera inútil pondrá al enfermo
en peores condiciones cada día y más aún podrá llevarlo a situación
de inoperabilidad.
El procedimiento de elección es la resección gástrica subtotal con-
vencional, que en casos de· gran dilatación gástrica podrá abarcar d 80
,.
REVISTA. DE LA FACULTAD DE MEDICINA 453
por ciento de la superficie del órgano. En sujetos con mal estado ge-
neral, incapaces de resistir esta intervención, se puede practicar una
~imple gastroenteroanastomosis como medida paliativa para mejorar la
situación· del momento y en un segundo tiempo llevar a cabo la resec-
ción radical. Esta segunda operación se hace dentro de los 6 meses si-
guientes, lapso mínimo dentro del cual puede ocurrir la ulceración
secundaria. El resto del problema, se maneja del mismo modo que en
·el caso de cirugía electiva en el ulceroso. En el raro caso de estenosis
cicatriza} en el sujeto de edad avanzada y con hipo o anaclorhidria, la
ga~troenteroanastomosis puede ser la medida definitiva.
Perforación. Esta complicación grave de la enfermedad ulcerosa
ha sido tratada de diversos modos en las diferentes épocas. Hasta 1942
este problema se consideró eminentemente quirúrgico y se preconizó la
sutura simple de la perforación como el procedimiento de elección, ya
que implica el menot trauma quirúrgico para un paciente grave como es
éste. A partir de esta fecha, los cirujanos ingleses han propuesto el "lla-
mado tratamiento médico" de las perforaciones, que había sido propues-
to antes por Wangesteen para los casos desesperados. Ambos procedimien-
tos: "quirúrgico conservador" y "médico" confrontan problemas serios
en el futuro de estos enfermos: reperforación: 5 por ciento, hemorragia
masiva: 7 por ciento, obstrucción pilórica: 23 por ciento; reaparición de
los síntomas ulcerosos: 69 por ciento de los que 40 por ciento han reque-
rido reoperación. La mortalidad para ambos procedimientos es de cerca
del 5 por ciento. El tratamiento médico expone a incurrir en serios erro-
res de diagnóstico que han causado algunas muertes; la sutura simple de
la perforación, agrega un 1 por ciento de fístulas duodenales y otras com-
plicaciones post-operatorias atribuibles a la cirugía en sí y no al proce-
dimiento.
Los recursos con que se cuenta actualmente para reparar el estado
general del paciente, los antibióticos y las técnicas modernas de anes-
tesia, han permitido abordar el problema desde un ángulo completamente
diferente y mejor para el enfermo. La resección gástrica subtotal es prac-
ticable en la inmensa mayoría de los casos gracias a estas medidas. No
importa el tiempo de evolución del cuadro, el sujeto debe ser rápida-
mente rehidratado y restituído su volumen sanguíneo circulante, al tiem-
po que se inicia la terapéutica antibiótica y s~ instituye un sistema de
aspiración gástrica contínua. El poner al sujeto en condiciones de opera-
bilidad puede requerir algunas horas, tiempo que no debe ser escatimado
mientras se observe mayor progreso en la restitución del paciente. La
454 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA
urgencia de intervenir es relativa y está condicionada siempre a la situa-
ción del enfermo; mientras mejor sea ésta, mayores probabilidades de
practicar cirugía radical y menor mortalidad y morbilidad postoperato-
ria. De no lograrse la restitución del enfermo al grado de hacerlo "opera-
ble", estas medidas constituyen el "tratamiento médico" y deberá con-
cretarse el. cirujano a observar la evoluci6n del proceso y a encomendar
a esta táctica todo el tratamiento. Es raro que esto ocurra; la mayoría de
las veces es posible intervenir. Aún así, las condiciones precarias del su-
jeto, la experiencia escasa del cirujano o lo inadecuado del medio hospita-
lario en que se desarroI:an los acontecimientos, son indicaciones para con-
cretarse a practicar la sutura simple de la perforación. La conducta ideal,
cuando se llenan todos los requisitos, es hacer la resección gástrica con-
vencional. La mortalidad que acarrea este procedimiento no es significa-
tivamente mayor que- cuando se aplica de modo colectivo; es decir de Oa
3 por ciento. Las secuelas post-operatorias tampoco ocurren en mayor pro-
.,
porc10n.
Aunque ésta es una buena táctica, es indudable que la mejor, es aque-
lla que individualiza estrictamente cada caso. La edad del paciente, la
localizaci6n de la lesión, la respuesta a las medidas preliminares de trata-
miento médico, las posibilidades de escasa o gran siembra séptica al
peritoneo, etc. son otros tantos factores, no poco importantes, que hay
·que tomar en cuenta en cada caso.
Hemorragút. Pocos problemas han sido tan debatidos en el terreno
de la gastroenterología, como el tratamiento de esta seria complicació:1
de la úlcera péptica. Las dificultades empiezan desde el momento en que
se discute el diagnóstico, ya que con relativa frecuencia, la hemorragi1
es la primera y la única manifestación de la enfermedad. La posibilidad
de tener que intervenir quirúrgicamente para interferir con la hemorragia,
es la principal preocupación del médico, pero si el diagnóstico es dudoso
pudiera no quedar justificada su intervención o inclusive ser fatal. Afor-
tunadamente se cuenta siempre con tiempo suficiente para practicar
estudios que orienten hacia el tipo de enfermedad causante de la hemo-
rragia y poder descartar así, los padecimientos no quirúrgicos. Sin embargo,
no es excepcional el caso en que ni la laparotomía logra descubrir el orí- ·
gen de la hemorragia y mucho menos tratarla.
Establecido el diagnóstico seguro o probable de úlcera péptica san-
grante, el siguiente problema es valorar la cuantía de la hemorragia y sus
repercusiones sobre el estado general. Hay que recordar que personas con
idéntico estado general aparente, pueden mostrar distintas manifestacio-
REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA 455
nes clínicas cuando han perdido cantidades semejantes de sangre; se deQs;:,
tener presente además, que las condiciones previas del paciente, pueden
hacerle más suceptible a sufrir graves consecuencias por una hemorragia
de relativa poca consideración, anemia, desnutrición deshidratación, se-
nectud, etc., son factores que influencian de modo importante este
cuadro.
El grado de taquicardia e hipotensión, la aparición de síntomas de
choque y las determinaciones de hemoglobina, hematocrito y volumen
sanguíneo circu:ante, son útiles para cuantificar el sangrado. En las
primeras 4 horas después de ocurrida la hemorragia, el recuento de eritro-
citos y la cantidad porcentual de hemoglobina pueden no estar altera-
dos. En este momento, solo la determinación del volumen sanguíneo cir-
culante, mediante la técnica del T-1824, puede dar datos ciertos acerca
de la cuantía de la hemorragia. Posteriormente, la hemodilución com-
pensadora hace bajar las cifras del hematocrito y hen1oglobina de modo
más o menos paralelo a la cantidad de sangre perdida, a menos que haya
pre-existido una anemia. El etiquetar de pequeña o severa una hemorra-
gia, puede ser poco importante si se prescinde del criterio clínico que
valore sus consecuencias.
En general las pequeñas hemorragias no deben alterar el ritmo ha-
bitual del tratamiento antiulceroso y solamente constituyen una adverten-
cia de que puede ocurrir una mayor. Las moderadas y masivas, plantean
un serio problema a la conducta del médico: ¿se debe o no intervenir?,
y ¿en qué momento hay que hacerlo?
Conviene recordar que un 30 por ciento de lo!= ulcerosos tienen episo-
dios hemorrágicos de poca trascendencia, que no son índice de la severi-
dad de la enfermedad y que no tienen significación pronóstica. Un 20
por ciento más, tienen hemorragias severas que llevan a la muerte en un
5 por ciento de todos los casos con hemorragias. La impresión que se
tienen de que son muchas las posibilidades de repetición de la hemorra-
gia, no es enteramente exacta; solo un 30 por ciento de los que han san-
grado masivamente, vuelven a tener episodios importantes~ Más parece
ser, que a mayor tiempo de evolución de la enfermedad ulcerosa, sean
mayores las posibilidades de ocurrir.
Fiaalmente anotaremos que la mortalidad que causa este accidente
es de un 3 a 4 por ciento en sujetos menores de 50 años y de 10 a 15 en
los que sobrepasan esta edad; la esclerosis vascular y las defensas genera-
les reducidas del viejo, son seguramente la causa de estas cifras.
Con estos hechos en mente, se debe planear una táctica razonáble
i56 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICIN.
a seguir en cada caso. El tratamiento inicial de cualquier hemorragia de-
be ser "médico". La restitución de la sangre perdida es el primer paso;
· habitualmente son necesarios de 750 a 1,500 c. c. de sangre para estabili-
zar la tensión arterial en niveles de seguridad de cuando menos 100 mm.
ce presión sistólica; es posible que la hemorragia continúe a velocidad
n1cnor que al principio y que se haga necesario transfundir más sangre
en forma de goteo lento, para mantener la T. A. Si este goteo lento no
logra el efecto, seguramente la hemorragia continúa activa o se ha reini-
ciado. Conviene, al mismo tiempo que se trata la anemia aguda, favore-
cer la hemostasis a nivel del sitio sangrante; se prefiere pasar al estómago
una gruesa sonda de Levine y aplicar succión continua que permita el co-
lapso de las paredes gástricas y aspire el jugo gástrico ácido capaz de di-
gerir el coágulo. El .aspirar la sangre derramada a la luz del tracto diges-
tivo, tienen además la ventaja de impedir grandes reabsorciones, causan-
tes de fiebre y ascenso de la urea sanguínea. Además, se tienen en el
sifón un indicador de la persistencia o supresión de la hemorragia. La
::p1icación de drogas favorecedoras de la coagulación sanguínea es de
beneficio dudoso.
· Si la hemorragia ha cedido a las 24 horas, se retira el sifón gástrico
y se administra un régimen antiulceroso más o menos liberal, suficiente
para llenar las necesidades calóricas de sostén y reparación del estado
generaL Conviene agregar neutralizantes a cortos intervalos para evitar
la digestión del coágulo, es posible que las drogas anticolinérgicas sean
también útiles para lograr reposo motor y secretor del estómago, pero
no son aplicables cuando el choque es inminente o está presente.
Cuando la hemorragia no ha cedido a los primeros pasos terapéuticos,
o reaparece dentro de las siguientes 72 horas, habrá que pensar en la
posibilidad de tener que intervenir a corto plazo. En pacientes de cual-
quier edad en quienes persiste la hemorragia por más de 24 horas conse-
cutivas, conviene operar desde luego.
En sujetos mayores de 50 años, conviene acortar este plazo a 12 o
18 horas, si se demuestra la presencia de marcada arterioesclerosis, grado
apreciable de desnutrición o dificultad de mantener la T. A. con trans-
fusión a moderada velocidad.
Cuando la hemorragia reaparece dentro de las siguientes 72 horas,
hay que intervenir en todos los pacientes mayores de 50 años y podrá
darse otra oportunidad a sujetos muy jóvenes con buen estado general;
en los restantes, habrá que individualizar todavía más el caso. A este
respecto, conviene recordar las minuciosas observaciones .de W elch y
t."•
'.
..... :l ...( ., · - "
REVISTA DE LA FACULTAD DE M.EDICINA 457
Finsterer; el primer autor tuvo una mortalidad ·operatoria de 10 por
ciento entre sus ·pacientes operados dentro de las 48 horas siguientes a la
iniciación de la hemorragia y de 54 por ciento entre los operados después
de este lapso; Finsterer obtuvo cifras de 5y 27 por ciento respectivamente.
La depleción y deterioro progresivo del sujeto con hemorragia continua,
o repetida a cortos intervalos, es seguramente la explicación de estas ci-
fras.
La coexistencia de otras complicaciones de la enfermedad ulcerosa,
pueden modificar la actitud terapéutica. No es excepcional el sujeto con
hemorragia y perforación simultáneas, en cuyo caso, la intervención de-
berá hacerse de inmediato. La presencia de estenosis pilórica, puede auto-
rizar cierto grado de precipitación en la desición operatoria, ya que pro-
bablemente la cirugía será necesaria de todos modos y por ende resulta
menos razonable a aceptar el riesgo de una hemorragia prolongada. El
paciente con úlcera gástrica plantea un problema similar al anterior;
independientemente de que algunos autores han encontrado mayor mor-
talidad en sujetos con úlcera gástrica, la posible confusión diagnóstica con
el cáncer, puede autorizar conducta más radical. El sujeto que en pleno
tratamiento médico tiene hemorragia masiva, probablemente tenga un
proceso muy activo y requiera más estrecha vigilancia. El antecedente
de otros episodios he1norrágicos severos ha sido valorado de distinto
modo por los observadores; la mortalidad que provoca el primer accidente
es mayor que la causada por cualquiera de los subsecuentes, pero si se
suma la de todos, a la larga resulta mayor en los sujetos con hemorragia
recurrente que en los que han tenido un solo episodio. Es por esto que
suele tornarse este antecedente como argumento a favor de la interven-
ción inmediata. Es n1ejor valorar cada episodio por sus propios méritos.
El tipo de operación que se debe practicar es idealmente, aquella
que resuelve el problema de fondo, es decir, la gastrectomía subtotal.
Cuando la hemorragia está activa en el n1omento de la intervención ha-
brá que insistir en la resección de la úlcera misma. Esto último, casi
siempre es posible cuando se trata de úlcera gástrica, pero resulta difícil
o innecesariamente peligroso en casos de úlcera duodenal. En esta situa-
ción, conviene ver directamente el vaso sangrante y ligarlo por transfixión,
no importando después el dejar la lesión. En raras ocasiones una úlcera
duodenal no es accesible a la vista y entonces conviene ligar las arterias
gastroduodenal, gastroepiplóica derecha, pancreatoduodenal superior y
pilórica con objeto de dejar exangüe la zona sangrante. Es necesario re-
cordar que a menudo coexisten dos o más lesiones ulcerosas en duodeno,
458 Rty1sTA DE 'LA FAc.uLTAD 'DE MEDICINA
estómago, o estómago y duodeno; en estos casos hay que hacer una gas-
.tr.oduodenotomía que permita comprobar el origen de la hemorragia y
actuar en consecuencia.
Cuando las condiciones generales del paciente no permiten practi-
car una operación radical habrá que concretarse a suprimir la hemorragia.
El procedimiento de elección es la excición de la úlcera; cuando por ra-
. zones técnicas esto no es fácil, la ligadura o electrocoagulación del vaso
sangrante pueden ser suficientes. Las ligaduras vasculare3 a di5tancia son
de ,resultados inciertos y decc:J relegarse como último rec:irso.

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  • 1. Las indicaciones de la cirugía en la úlcera péptica gastroduodenal Dr. EVERARDO ORTIZ DE ,.., MONTELLANO ~ L A INDICACIÓN de la cirugía en el sujeto ulceroso, es una de las de-· siciones más difíciles que el médico suele tomar. Se ha establecido la regla de elegir el momento aqud en que el tratamiento médico es incapaz de suprimir el dolor, manifestación preponderante de la enfer- medad. El sujeto que ha acatado íntegramente las indicacione:; del tra~a­ miento médico, no plantea grandes problemas, sin duda, la cirugía está indicada en él. · Las dificultades surgen en los casos en que la negli- gencia del enfermo o las circunstancias adversas del medío en que se mueve, hacen imposible la prosecución de un tratamiento médico ade- cuado; diríamos entonces que es el enfermo y no la enfermedad, lo que: es "intratable", y cabe anotar que es el hábito del tabaco el que hace fracasar con más frecuencia la terapia médica y la causa de la precipita- ción de algunas desiciones operatorias. Es entonces cuando se debe hacer un balance cuidadoso de la situación, exigir del paciente tcxla la cola- boración que le sea posible y advertir que de decidirse por la cirugía, los resultados pueden no ser del todo satisfactorios. En el ulceroso duodenal no complicado, es ésta la única indicación de la Cirugía. La úlcera gás- trica plantea problemas más delicados, pues la frecuente confusión de diagnóstico con el cáncer, hace peligrosa la perseverancia en el 'traUt- miento médico; ésto, aparte de la posibilidad no totalmente descartada de la degeneración maligna de una úlcera crónica. Estudios estadístrcos cuidadosos han demostrado que las posibilidades de aparición del .cán- cer sobre una lesión ulcerosa, no son mayores que sobre la ínutosa gástrica normal y resultaría incomprensible explicarse como las .lesiones duodenales nunca "degeneran" si es el factor irritativo crónico la ccausa * Médico Cirujano adjunto de la Unidad de Gastroenterología. Hospital General. 449
  • 2. 450 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICIN. de la mutación. Parece pues dificil aceptar esta posibilidad y el último recucto de esta teoría, es la aparición ocasional de células neoplásicas en el borde de una úlcera por demás benigna. Es pues h dificultad diag- nóstica con el cáncer, el princip:il problema y la causa de que a la úlcera gástrica se le considere un problema eminentemente quirúrgico. Es fácil observar la reducción constante en el número de ulcerosos duod:nales que son intervenidos y el aumento notable de la frecuencia con-~~,flterviene al ulceroso gástrico. Un 403 de estos úlrnnos, ha sido intervenido por no haberse podido descartar la presencia de un cáncer; i~dusive se ha llegado a la exageración de decir que solo el exa- men his.topatológico de la pieza operatoria, es capaz de despejar ia ~---•.,:~<- Un manejo razenable y prudente de este problema, establece las siguientes indicaciones de la cirugía en el ulceroso gástrico: l. Fracaso total del primer intento de tratamiento médico, 2. Reaparición de los síntomas o profundización del nicho, durante el mismo tratamiento, 3. Reaparición rápida de los síntomas o el nicho radiológico después de un curso de terapia médica, y, 4. Fundada sospecha radiológica o end~ópica de la presencia de un cáncer. Los estudios citológicos han dado resultados contradictorios en la detección del cáncer gástrico y a la fecha, no es posible apoyar solo en ellos, una desición operatoria. La selección de la operación en la enfermedad ulcerosa no compli- cada, es problema que se ha simplificado mucho en nuestros días. La gastroenteroanastomosis ha sido descartada por completo, ya que dejaría el problema del cáncer en la úlcera gástrica y sería una amenaza para la aparición de una úlcera gástrica anastomótica en el ulceroso duodenal o gástrico ·hipersecretor. La vagotomía complementada con una piloroplastía o una gastro- enteroanastomosis, es operación sencilla de hacer, de mbrtalidad casi nula y de buenos resultados cuando se ha logrado hacer la completa sección de los nervios. Está formalmente contraindicada en el trata- miento de la úlcera gástrica, por no resolver el problema de la conb- sión con el cáncer. Aplicada al ulceroso duodenal, ha encontrado serios obstáculos para ser catalogada como medida de elección. Los motivos son: a) en el 10 por ciento de los casos, no se logra una denervación com- pkta. b). Existe la posibilidad y al parecer sucede, de la regeneración de fibras colinérgicas, e) Recaídas en 6 al 10 por cieÍlto de los casos, y d). Síntomas atribuíbles a la intervención, como son: disfagia, dificulta- des de vaciamiento gástrico no corregidas por la gastroenterostomía, con que se interviene duda
  • 3. REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA 451 paresia intestinal y diarrea intratable. Aunque este tipo de intervención sigue siendo aplicada como de elección por un númeroso grupo de ciru- janos y se siguen estudiando sus posibilidades, la tendencia general es la de limitar su uso al tratamiento de la úlcera yeyunal y a adjuntarla a la gastrectomía subtota1 en el sujeto con gran hipersecreción. La gastrectomía subtotal, continúa pues siendo el procedimiento de elección. En el ulceroso duodenal elimina la fase gástrica de la secreción y restringe en forma considerable la fase cefálica, al extirpar alrededor de íO por ciento de la superficie secretora del estómago. En el caso del ulceroso gástrico, se agrega el hecho de que se elimina la lesión y con ella la posibilidad del cáncer. Esta intervención cuenta sin embargo, con mortalidad algo mayor que la vagotomía y puesto que es una operación mayor, no siempre es posible practicarla en pacientes con trastornos generales de consideración, tales como gran desnutrición, cardiopatía, nefropatía, etc. La mortalidad que acarrea, actualmente cercana al 11 por ciento, depende mucho de las condiciones del paciente, de la lo- calización de la lesión y de la habilidad del cirujano. Las lesiones duo- denales dificultan a veces enormemente el drenaje del muñón duodenal y no es excepcional la deshiscencia de suturas a ese nivel. Ocasional- mente son heridos el páncreas o los ele1nentos del pedículo hepático. Estas dificultades hicieron que se propusieran procedimientos de exclu- sión del antro pilórico (Fin~terer), que pronto debieron descartarse por la enorme incidencia de recaídas; la maniobra de Bancroft solu- cionó este problema y actualmente se le emplea en todos aquellos casos en que el manejo del muñón duodenal resulta peligroso. La menor duda acerca de no haber extirpado toda la mucosa antral, exige el agregado de una vagotomía. La úlcera gástrica yuxtacardial dificulta a veces la confección de la gastroenterostomía por requerir una resección muy alta; el procedimiento de Pauchet resuelve la mayoría de estos problemas. La morbilidad que sigue a la gastrectomía subtotal no es despreciable, motivo por el cual no debe llegarse a la intervención sin causa plena- mente justificada. La recaída ocurre en un 2 por ciento de los casos en que se ha extirpado un 75 por ciento de la superficie gástrica total. La causa de la aparición de la úlcera yeyuna1, es primariamente la persis- tencia de secreción ácida en cantidades importantes y secundariamente la falta de medio alcalino que bañe la boca anastomótica; se creyó que los procedimientos del tipo Bilroth 1 obviarían este inconveniente, pero los resultados han hecho desechar esta idea. A este procedimiento sigue un 8 por ciento de recaídas cuando se aplica al ulceroso dudenal o al
  • 4. ~ 452 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA gástrico hipersecretor; el gástrico normo o hiposecretor casi no tiene re- caídas con cualquiera de los procedimientos. Esta es la causa de que se empleen de preferencia las operaciones tipo Bilroth 11. El ·llamado "dumping syndrome" o "síndrom.e de vaciamiento rá- pido", es uno de los síndromes post-gastrectomía que sigue en importan- cia al anterior. Solamente lo rr¡.encionamos en este lugar, ya que habre- mos de discutirlo más adelante. Un 40 por ciento de los gastrectomi- zados no logran recuperar su peso o pierden peso después de la operación; apnque ésto no los incapacita para llevar una vida normal, es motivó de preocupación para muchos de ellos y a veces para el médico. Se ha observado que a veces aumenta la cantidad de grasa eliminada en las heces fecales y se piensa que a esto se debe la reducción del peso cor- poral; no se tiene explicación satisfactoria para esta esteatorrea. La ane- mia de tipo macrocítico es rarísima después de gastrectormía subtotal (0.02 por ciento). La microcítica ocurre en cambio, en un 20 por cien- to de los operados y en un 10 por ciento llega a constituir un pro- blema serio. CIRUGÍA EN LAS COMPLICACIONES Estenosis pilórica. Es a veces difícil valorar con justicia la situación del sujeto que muestra un síndrome de estenosis pilórica, como com- plicación de la enfermedad ulcerosa. Se debe tener en cuenta que ~en varios los factores que condicionan su aparición, y que por lo ta~to, su presencia no constituye una indicación quirúrgica absoluta. Suele suceder que el piloroespasmo o el edema inflamatorio que rodea a una lesión situada cerca del píloro, sean las causas de la obstrucción pilórica; un tratamiento médico enérgico y bien conducido, hace desaparecer pronto estos factores y con celo, la indicación operatoria. Solo después de haber fracasado todas las n1odalidades de terapia médica, se debe hablar de obstrucción orgánica intratable; un concenso de la situación clínica, radiológica y a veces endoscópica debe dictar finalmente la in- dicación quirúrgica. Establecida esta. última y probado que la condició:i está obstaculizando seriamente la nutrición del paciente, se debe in- tervenir lo más pronto posible, ya que una espera inútil pondrá al enfermo en peores condiciones cada día y más aún podrá llevarlo a situación de inoperabilidad. El procedimiento de elección es la resección gástrica subtotal con- vencional, que en casos de· gran dilatación gástrica podrá abarcar d 80
  • 5. ,. REVISTA. DE LA FACULTAD DE MEDICINA 453 por ciento de la superficie del órgano. En sujetos con mal estado ge- neral, incapaces de resistir esta intervención, se puede practicar una ~imple gastroenteroanastomosis como medida paliativa para mejorar la situación· del momento y en un segundo tiempo llevar a cabo la resec- ción radical. Esta segunda operación se hace dentro de los 6 meses si- guientes, lapso mínimo dentro del cual puede ocurrir la ulceración secundaria. El resto del problema, se maneja del mismo modo que en ·el caso de cirugía electiva en el ulceroso. En el raro caso de estenosis cicatriza} en el sujeto de edad avanzada y con hipo o anaclorhidria, la ga~troenteroanastomosis puede ser la medida definitiva. Perforación. Esta complicación grave de la enfermedad ulcerosa ha sido tratada de diversos modos en las diferentes épocas. Hasta 1942 este problema se consideró eminentemente quirúrgico y se preconizó la sutura simple de la perforación como el procedimiento de elección, ya que implica el menot trauma quirúrgico para un paciente grave como es éste. A partir de esta fecha, los cirujanos ingleses han propuesto el "lla- mado tratamiento médico" de las perforaciones, que había sido propues- to antes por Wangesteen para los casos desesperados. Ambos procedimien- tos: "quirúrgico conservador" y "médico" confrontan problemas serios en el futuro de estos enfermos: reperforación: 5 por ciento, hemorragia masiva: 7 por ciento, obstrucción pilórica: 23 por ciento; reaparición de los síntomas ulcerosos: 69 por ciento de los que 40 por ciento han reque- rido reoperación. La mortalidad para ambos procedimientos es de cerca del 5 por ciento. El tratamiento médico expone a incurrir en serios erro- res de diagnóstico que han causado algunas muertes; la sutura simple de la perforación, agrega un 1 por ciento de fístulas duodenales y otras com- plicaciones post-operatorias atribuibles a la cirugía en sí y no al proce- dimiento. Los recursos con que se cuenta actualmente para reparar el estado general del paciente, los antibióticos y las técnicas modernas de anes- tesia, han permitido abordar el problema desde un ángulo completamente diferente y mejor para el enfermo. La resección gástrica subtotal es prac- ticable en la inmensa mayoría de los casos gracias a estas medidas. No importa el tiempo de evolución del cuadro, el sujeto debe ser rápida- mente rehidratado y restituído su volumen sanguíneo circulante, al tiem- po que se inicia la terapéutica antibiótica y s~ instituye un sistema de aspiración gástrica contínua. El poner al sujeto en condiciones de opera- bilidad puede requerir algunas horas, tiempo que no debe ser escatimado mientras se observe mayor progreso en la restitución del paciente. La
  • 6. 454 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA urgencia de intervenir es relativa y está condicionada siempre a la situa- ción del enfermo; mientras mejor sea ésta, mayores probabilidades de practicar cirugía radical y menor mortalidad y morbilidad postoperato- ria. De no lograrse la restitución del enfermo al grado de hacerlo "opera- ble", estas medidas constituyen el "tratamiento médico" y deberá con- cretarse el. cirujano a observar la evoluci6n del proceso y a encomendar a esta táctica todo el tratamiento. Es raro que esto ocurra; la mayoría de las veces es posible intervenir. Aún así, las condiciones precarias del su- jeto, la experiencia escasa del cirujano o lo inadecuado del medio hospita- lario en que se desarroI:an los acontecimientos, son indicaciones para con- cretarse a practicar la sutura simple de la perforación. La conducta ideal, cuando se llenan todos los requisitos, es hacer la resección gástrica con- vencional. La mortalidad que acarrea este procedimiento no es significa- tivamente mayor que- cuando se aplica de modo colectivo; es decir de Oa 3 por ciento. Las secuelas post-operatorias tampoco ocurren en mayor pro- ., porc10n. Aunque ésta es una buena táctica, es indudable que la mejor, es aque- lla que individualiza estrictamente cada caso. La edad del paciente, la localizaci6n de la lesión, la respuesta a las medidas preliminares de trata- miento médico, las posibilidades de escasa o gran siembra séptica al peritoneo, etc. son otros tantos factores, no poco importantes, que hay ·que tomar en cuenta en cada caso. Hemorragút. Pocos problemas han sido tan debatidos en el terreno de la gastroenterología, como el tratamiento de esta seria complicació:1 de la úlcera péptica. Las dificultades empiezan desde el momento en que se discute el diagnóstico, ya que con relativa frecuencia, la hemorragi1 es la primera y la única manifestación de la enfermedad. La posibilidad de tener que intervenir quirúrgicamente para interferir con la hemorragia, es la principal preocupación del médico, pero si el diagnóstico es dudoso pudiera no quedar justificada su intervención o inclusive ser fatal. Afor- tunadamente se cuenta siempre con tiempo suficiente para practicar estudios que orienten hacia el tipo de enfermedad causante de la hemo- rragia y poder descartar así, los padecimientos no quirúrgicos. Sin embargo, no es excepcional el caso en que ni la laparotomía logra descubrir el orí- · gen de la hemorragia y mucho menos tratarla. Establecido el diagnóstico seguro o probable de úlcera péptica san- grante, el siguiente problema es valorar la cuantía de la hemorragia y sus repercusiones sobre el estado general. Hay que recordar que personas con idéntico estado general aparente, pueden mostrar distintas manifestacio-
  • 7. REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA 455 nes clínicas cuando han perdido cantidades semejantes de sangre; se deQs;:, tener presente además, que las condiciones previas del paciente, pueden hacerle más suceptible a sufrir graves consecuencias por una hemorragia de relativa poca consideración, anemia, desnutrición deshidratación, se- nectud, etc., son factores que influencian de modo importante este cuadro. El grado de taquicardia e hipotensión, la aparición de síntomas de choque y las determinaciones de hemoglobina, hematocrito y volumen sanguíneo circu:ante, son útiles para cuantificar el sangrado. En las primeras 4 horas después de ocurrida la hemorragia, el recuento de eritro- citos y la cantidad porcentual de hemoglobina pueden no estar altera- dos. En este momento, solo la determinación del volumen sanguíneo cir- culante, mediante la técnica del T-1824, puede dar datos ciertos acerca de la cuantía de la hemorragia. Posteriormente, la hemodilución com- pensadora hace bajar las cifras del hematocrito y hen1oglobina de modo más o menos paralelo a la cantidad de sangre perdida, a menos que haya pre-existido una anemia. El etiquetar de pequeña o severa una hemorra- gia, puede ser poco importante si se prescinde del criterio clínico que valore sus consecuencias. En general las pequeñas hemorragias no deben alterar el ritmo ha- bitual del tratamiento antiulceroso y solamente constituyen una adverten- cia de que puede ocurrir una mayor. Las moderadas y masivas, plantean un serio problema a la conducta del médico: ¿se debe o no intervenir?, y ¿en qué momento hay que hacerlo? Conviene recordar que un 30 por ciento de lo!= ulcerosos tienen episo- dios hemorrágicos de poca trascendencia, que no son índice de la severi- dad de la enfermedad y que no tienen significación pronóstica. Un 20 por ciento más, tienen hemorragias severas que llevan a la muerte en un 5 por ciento de todos los casos con hemorragias. La impresión que se tienen de que son muchas las posibilidades de repetición de la hemorra- gia, no es enteramente exacta; solo un 30 por ciento de los que han san- grado masivamente, vuelven a tener episodios importantes~ Más parece ser, que a mayor tiempo de evolución de la enfermedad ulcerosa, sean mayores las posibilidades de ocurrir. Fiaalmente anotaremos que la mortalidad que causa este accidente es de un 3 a 4 por ciento en sujetos menores de 50 años y de 10 a 15 en los que sobrepasan esta edad; la esclerosis vascular y las defensas genera- les reducidas del viejo, son seguramente la causa de estas cifras. Con estos hechos en mente, se debe planear una táctica razonáble
  • 8. i56 REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICIN. a seguir en cada caso. El tratamiento inicial de cualquier hemorragia de- be ser "médico". La restitución de la sangre perdida es el primer paso; · habitualmente son necesarios de 750 a 1,500 c. c. de sangre para estabili- zar la tensión arterial en niveles de seguridad de cuando menos 100 mm. ce presión sistólica; es posible que la hemorragia continúe a velocidad n1cnor que al principio y que se haga necesario transfundir más sangre en forma de goteo lento, para mantener la T. A. Si este goteo lento no logra el efecto, seguramente la hemorragia continúa activa o se ha reini- ciado. Conviene, al mismo tiempo que se trata la anemia aguda, favore- cer la hemostasis a nivel del sitio sangrante; se prefiere pasar al estómago una gruesa sonda de Levine y aplicar succión continua que permita el co- lapso de las paredes gástricas y aspire el jugo gástrico ácido capaz de di- gerir el coágulo. El .aspirar la sangre derramada a la luz del tracto diges- tivo, tienen además la ventaja de impedir grandes reabsorciones, causan- tes de fiebre y ascenso de la urea sanguínea. Además, se tienen en el sifón un indicador de la persistencia o supresión de la hemorragia. La ::p1icación de drogas favorecedoras de la coagulación sanguínea es de beneficio dudoso. · Si la hemorragia ha cedido a las 24 horas, se retira el sifón gástrico y se administra un régimen antiulceroso más o menos liberal, suficiente para llenar las necesidades calóricas de sostén y reparación del estado generaL Conviene agregar neutralizantes a cortos intervalos para evitar la digestión del coágulo, es posible que las drogas anticolinérgicas sean también útiles para lograr reposo motor y secretor del estómago, pero no son aplicables cuando el choque es inminente o está presente. Cuando la hemorragia no ha cedido a los primeros pasos terapéuticos, o reaparece dentro de las siguientes 72 horas, habrá que pensar en la posibilidad de tener que intervenir a corto plazo. En pacientes de cual- quier edad en quienes persiste la hemorragia por más de 24 horas conse- cutivas, conviene operar desde luego. En sujetos mayores de 50 años, conviene acortar este plazo a 12 o 18 horas, si se demuestra la presencia de marcada arterioesclerosis, grado apreciable de desnutrición o dificultad de mantener la T. A. con trans- fusión a moderada velocidad. Cuando la hemorragia reaparece dentro de las siguientes 72 horas, hay que intervenir en todos los pacientes mayores de 50 años y podrá darse otra oportunidad a sujetos muy jóvenes con buen estado general; en los restantes, habrá que individualizar todavía más el caso. A este respecto, conviene recordar las minuciosas observaciones .de W elch y
  • 9. t."• '. ..... :l ...( ., · - " REVISTA DE LA FACULTAD DE M.EDICINA 457 Finsterer; el primer autor tuvo una mortalidad ·operatoria de 10 por ciento entre sus ·pacientes operados dentro de las 48 horas siguientes a la iniciación de la hemorragia y de 54 por ciento entre los operados después de este lapso; Finsterer obtuvo cifras de 5y 27 por ciento respectivamente. La depleción y deterioro progresivo del sujeto con hemorragia continua, o repetida a cortos intervalos, es seguramente la explicación de estas ci- fras. La coexistencia de otras complicaciones de la enfermedad ulcerosa, pueden modificar la actitud terapéutica. No es excepcional el sujeto con hemorragia y perforación simultáneas, en cuyo caso, la intervención de- berá hacerse de inmediato. La presencia de estenosis pilórica, puede auto- rizar cierto grado de precipitación en la desición operatoria, ya que pro- bablemente la cirugía será necesaria de todos modos y por ende resulta menos razonable a aceptar el riesgo de una hemorragia prolongada. El paciente con úlcera gástrica plantea un problema similar al anterior; independientemente de que algunos autores han encontrado mayor mor- talidad en sujetos con úlcera gástrica, la posible confusión diagnóstica con el cáncer, puede autorizar conducta más radical. El sujeto que en pleno tratamiento médico tiene hemorragia masiva, probablemente tenga un proceso muy activo y requiera más estrecha vigilancia. El antecedente de otros episodios he1norrágicos severos ha sido valorado de distinto modo por los observadores; la mortalidad que provoca el primer accidente es mayor que la causada por cualquiera de los subsecuentes, pero si se suma la de todos, a la larga resulta mayor en los sujetos con hemorragia recurrente que en los que han tenido un solo episodio. Es por esto que suele tornarse este antecedente como argumento a favor de la interven- ción inmediata. Es n1ejor valorar cada episodio por sus propios méritos. El tipo de operación que se debe practicar es idealmente, aquella que resuelve el problema de fondo, es decir, la gastrectomía subtotal. Cuando la hemorragia está activa en el n1omento de la intervención ha- brá que insistir en la resección de la úlcera misma. Esto último, casi siempre es posible cuando se trata de úlcera gástrica, pero resulta difícil o innecesariamente peligroso en casos de úlcera duodenal. En esta situa- ción, conviene ver directamente el vaso sangrante y ligarlo por transfixión, no importando después el dejar la lesión. En raras ocasiones una úlcera duodenal no es accesible a la vista y entonces conviene ligar las arterias gastroduodenal, gastroepiplóica derecha, pancreatoduodenal superior y pilórica con objeto de dejar exangüe la zona sangrante. Es necesario re- cordar que a menudo coexisten dos o más lesiones ulcerosas en duodeno,
  • 10. 458 Rty1sTA DE 'LA FAc.uLTAD 'DE MEDICINA estómago, o estómago y duodeno; en estos casos hay que hacer una gas- .tr.oduodenotomía que permita comprobar el origen de la hemorragia y actuar en consecuencia. Cuando las condiciones generales del paciente no permiten practi- car una operación radical habrá que concretarse a suprimir la hemorragia. El procedimiento de elección es la excición de la úlcera; cuando por ra- . zones técnicas esto no es fácil, la ligadura o electrocoagulación del vaso sangrante pueden ser suficientes. Las ligaduras vasculare3 a di5tancia son de ,resultados inciertos y decc:J relegarse como último rec:irso.